martes, 21 de agosto de 2007

BABILONIA

La Puerta de Ishtar en Babilonia fue, en su origen, parte del templo dedicado a Bel, construido por Nabucodonosor II hacia el 575 a.C. Está revestida con ladrillos vidriados que dan forma a las figuras del toro Adad y del dragón Marduk, los cuales aparecen alternados sobre toda la superficie. Restaurada en su totalidad, se halla en el Staatliche Museen de Berlín (Alemania).

Aunque el emplazamiento estuvo ya ocupado durante la prehistoria, Babilonia se menciona por primera vez en documentos de finales del III milenio a.C. Hacia el 2200 a.C. se conoce como emplazamiento de un templo, y durante el siglo XXI a.C. estuvo sometida a la cercana ciudad de Ur. Babilonia se hizo una ciudad-estado independiente hacia el 1894 a.C., cuando el amorreo Sumu-Abum fundó allí una dinastía. Esta dinastía alcanzó su apogeo con Hammurabi. En el 1595 a.C. la ciudad fue capturada por los hititas, y poco después por los casitas (hacia 1590-1155 a.C.). Los casitas transformaron la ciudad-estado de Babilonia en la capital de Babilonia, región al sur de Mesopotamia. La ciudad era el centro administrativo de un gran reino. Después, probablemente en el siglo XII a.C., se convirtió también en centro religioso del reino, cuando su dios principal, Marduk, fue situado a la cabeza del panteón mesopotámico.

En el 1158, la dinastía casita cayó en manos de los elamitas del este, y Babilonia fue regida por distintas y breves dinastías hasta finales del siglo VIII a.C. cuando cayó bajo la influencia de Asiria. Senaquerib, desesperado por controlar las tribus locales, destruyó la ciudad en el 689 a.C.; su sucesor, Asaradón (que reinó entre el 681 y el 669 a.C.), la reconstruyó. En el 625 a.C., los caldeos, dirigidos por Nabopolasar, tomaron la ciudad.

Nabopolasar fundó la dinastía neobabilonia, y su hijo Nabucodonosor II extendió el reino hasta Palestina y Siria. La capital de Babilonia fue renovada con los nuevos edificios del templo y del palacio, grandes murallas y puertas de fortificación y caminos procesionales pavimentados; fue la mayor ciudad del mundo conocido, abarcando más de 1.000 hectáreas.

El Imperio neobabilonio duró poco tiempo. En el 539 a.C., Ciro II el Grande capturó Babilonia y la incorporó al recién fundado Imperio persa. Con los persas, Babilonia funcionó durante un corto periodo como residencia oficial del príncipe de la corona, hasta que una revuelta local en el 482 llevó a Jerjes I a arrasar los templos y el zigurat, o torre del templo, y a derribar la estatua del dios patrono Marduk

Alejandro Magno capturó la ciudad en el 330 a.C. y proyectó reconstruirla como capital de su gran imperio, pero murió antes de poder llevar a cabo sus planes. Después del 312 a.C., Babilonia fue utilizada temporalmente como capital de los Seléucidas, que se establecieron como sucesores de Alejandro. Cuando la nueva capital, Seleucia del Tigris, se fundó en el 311 a.C., la mayor parte de la población de Babilonia se trasladó allí. Durante cierto tiempo los templos siguieron utilizándose, pero la ciudad perdió su importancia y prácticamente había desaparecido antes del surgimiento del islam durante el siglo VII d.C.

ORACIÓN DE AGRADECIMIENTO

En el nombre de tu único Hijo,
hoy me postro ante tus pies,
Dios Jehová, padre del universo,
para agradecerte lo que hiciste y haces conmigo.
Hoy me demostraste que eres un Dios vivo,
un Dios presente en todos nuestros momentos
de peligro; no permites que nos caigamos,
en los hoyos profundos del abismo,
porque tú, mi Dios Jehová,
nos levantas y nos llevas en hombros,
protegiéndonos del dolor humano,
para no ser lastimados por las espinas del mal.
Es por eso, mi Dios Jehová, en el nombre de tu Hijo,
te glorifico y glorifico tu nombre,
por los siglos de los siglos.
Hoy pude sentir tu presencia junto a mí,
protegiéndome de la ley de los hombres,
porque tú, mi Dios Jehová,
serás mi único juez perfecto
y junto a mi abogado, el Señor Jesucristo,
me darás mi libertad; la libertad eterna,
que no será cinco, seis, quince ni veinte años;
será para siempre y junto a ti mi Dios Jehová,
junto a tus ángeles y a tus hijos escogidos,
que ahora se hacen presente,
dándonos amor, iluminando nuestro sendero,
con sus sonrisas radiantes como el sol.
Gracias Padre, por enviar tus ángeles,
que encarnados vienen hasta este lugar,
donde todos gritan y nadie te escucha,
están ellos, alimentando de tu Palabra,
para no ser frágiles ante este mundo.
Gracias Padre por todo lo que tengo
y eso eres tú mi Dios Jehová.
Gracias por tanta dicha y felicidad.
Estando contigo todo eso se vive;
no podré recordar el dolor ni la desesperación
que me hizo caer en este lugar, para conocerte.
Glorificado sea tu nombre mi Dios Omnipotente.
Todo lo puedes en el nombre del Padre,
del Hijo y del Espíritu Santo.

Soida Melgarejo
Con cariño y mucho amor, desde la cárcel
de Acha, para todos mis hermanos; los que
nunca tuve. 12 de febrero del 2007

Sustitución del Sábado por el Domingo

El símbolo solar es exhibido no solo en muchas iglesias en sus entradas, sino que también lo hacían de igual manera en los viejos tiempos de Babilonia y Egipto. En Babilonia habían templos con imágenes del dios solar.

Las ciudades mesopotámicas eran cosmológicas y estelarmente importantes; cada una de sus murallas concéntricas, estaban pintadas del color de uno de los siete planetas y eran gobernadas por un dios. El dios supremo de estos planetas era Azur, el sol. El poder de los dioses planetarios era proporcional a su proximidad con el sol. El soberano de Babilonia, es la imagen terrestre del dios Marduk, el “Sol de Babilonia”, y se lo denomina “Rey del Universo” y “Rey de los Cuatro Cuadrantes del Mundo”, es el pontífice, que combina el poder real con la autoridad sacerdotal, regulador astral que todo lo determina, y mide el destino de los hombres. El palacio de estos monarcas se alzaba en el centro de la ciudad y del reino, tal como el sol se halla en el centro del cielo. El trono del rey es el asiento del sol.

Marduk es el dios de la ciudad de Babilonia. Todos los otros dioses reconocen la superioridad de Marduk, quien llega a ser también una especie de dios supremo. Marduk, joven toro del sol y señor de Babel, llegó a ser el símbolo de Babilonia.

Todos estamos familiarizados con la gran torre de Babel y sabemos de cómo Dios se disgustó con esto y confundió las lenguas. Esta torre fue planeada para que tuviera gran altura, y hay suficientes evidencias que indican que la torre estaba relacionada con la religión y con el culto al sol. La mayoría de las torres construidas en el Imperio babilónico, fueron exclusivamente religiosas y asociadas con el culto al sol y unidas al templo. Ya hemos visto cómo un cierto número de ideas se originaron en Babilonia y luego se propagaron por las naciones, por lo cual, no es difícil darnos cuenta que Babilonia fue también la cuna de las torres religiosas y de la adoración al sol. Es aún más probable, cuando consideramos que fue durante la edificación de la gran torre de Babel, que comenzó la divulgación a través de la emigración de los hombres sobre la faz de la tierra, que llevaron consigo la idea de la torre y de la adoración al sol.

Muchas naciones de la antigüedad adoraron al sol, personificado por uno o más de sus dioses, pero el Señor advirtió a su pueblo en contra de este culto, una clase de idolatría con la cual se relacionaron los Israelitas durante su permanencia en Egipto y por su contacto con los pueblos de Canaán y de Siria. A pesar de esta advertencia, Israel se fue detrás de estos dioses-soles paganos (2 Reyes 21:5; 23:5, 11).

El culto al dios Mitra, con un origen iranio, se extendió de forma asombrosa por el Imperio Romano, casi coincidiendo en el tiempo con el otro culto nuevo que habría de dominarle, el cristianismo. La imagen de un dios personificado en el astro rey, el sol, caudillo de las legiones del bien y de la luz que se enfrentan al mal y la oscuridad. Este origen claramente babilónico llagará, en su evolución, a convertirse en el dios de los legionarios romanos que lo llevarán consigo a los confines del Imperio, junto con los comerciantes.

“Mitra” significa “tratado”, por lo que representa el orden social y es el oponente de las divinidades maléficas y caóticas. Como divinidad del orden cósmico, el desenlace de las batallas está en sus manos. El sol está tan estrechamente ligado a él, que se convertirá en su representación natural. El primer contacto de Roma con la divinidad irania helenizada es recogido por el historiador griego Plutarco, quien nos narra cómo Pompeyo captura en el año 67 AC., a unos piratas cilicios que realizan extraños sacrificios. Estos piratas son los primeros en introducir el culto místico de Mitra en Roma. Pero la auténtica avalancha de seguidores de Mitra, fue en siglo I DC, cuando Capadocia y Comagene, incorporadas al Imperio Romano, comenzaron a dar un gran contingente de legionarios, especialmente durante el principado de Nerón.

El culto de Mitra se desarrolló en Roma, adquiriendo una gran fuerza, aunque nunca llegó a convertirse en religión estatal. A fines del siglo II DC, el emperador Cómodo se inició en los misterios mitráicos, con lo cual el culto se puso muy de moda. Dioclesiano, a comienzos del siglo IV, elevó la religión del Sol al rango de religión oficial del Estado, favoreciendo, de este modo, indirectamente a Mitra. No obstante, en el gobierno de Constantino, quedó ensombrecido el culto a Mitra por un repentino éxito del cristianismo, pero se produjo un sincretismo religioso y fusión de algunos símbolos de los cultos.

El culto de Mitra pregonaba que Mitra es el mediador entre Dios y los hombres; aseguraba la salvación mediante un sacrificio y el culto comprendía bautismo, comunión y ayunos. En el clero había quienes cumplían con el voto del celibato.

Por su parte, el culto al Sol Invicto, que era originalmente sirio, fue impuesto por los emperadores romanos a sus súbditos un siglo antes de Constantino. A pesar de contener elementos del culto a Baal y Astarte, era esencialmente monoteísta. En efecto, asumía que el dios sol era la suma de los atributos de todos los otros dioses. Armonizaba convenientemente con el culto de Mitra, que también prevalecía en Roma y por el Imperio en ese entonces, y también envolvía la adoración del sol.

El culto del Sol Invicto era muy parecido al culto de Mitra, tanto que se los confundía a veces. Ambos enfatizaban el elevado estatus del Sol. Ambos celebraban un gran festival del nacimiento el día 25 de diciembre, cuando los días comienzan a ser más largos. Como antecedente, en Egipto siempre fue creencia que el hijo de Isis, un hijo dios, nació precisamente un 25 de diciembre y esta fecha se mantuvo reservada para aquello a lo cual se ofrece culto. La influencia pagana hace identificar al Hijo de Dios, Jesús, con el Sol, y así se acomodó a esa fiesta pagana el día del nacimiento del Hijo de Dios, el 25 de diciembre, modificando solo la significación, pero manteniendo idéntico culto. La iglesia Romana paganizó y romanizó a Jesús. La incorporación del paganismo al cristianismo, está evidenciado claramente en el desplazamiento del descanso bíblico sabático que se venía observando (Éxodo 20:8-11) al primer día, el domingo, día consagrado por los paganos para adorar al dios Sol.

Por un decreto anunciado el 321 DC, Constantino ordenó que las cortes de justicia debían cerrar en el “Venerable día del Sol” – el domingo – y decretó además que este debía ser un día de descanso. Esto trajo armonía a la cristiandad con el régimen existente y permitió desligar a los cristianos de sus orígenes judaicos. El objetivo de Constantino era la unidad política, religiosa y territorial. Un culto o religión estatal que incluyera a todos los demás cultos, ayudaba en este objetivo. Así se intentó acortar las diferencias entre el Cristianismo, el Mitraísmo y el Sol Invicto y se intentó no ver ninguna contradicción entre estos cultos. Constantino toleró al Jesús divinizado, como la encarnación terrenal del Sol Invicto. Para él, la fe era una cuestión de política; y cualquier fe que condujera a la unidad deseada, era tratada con preferencia. Se impuso un criterio sincretista, asimilando fiestas, creencias, supersticiones, costumbres y mitos paganos, como patrimonio de la nueva fe, convirtiendo dioses locales en santos, vírgenes, demonios o ángeles y transformando ancestrales santuarios en iglesias de culto cristiano.

TRIUNFOS Y DERROTAS

Desde niño era para mí un deleite correr, y pasaba corriendo, pues mi casa tenía un patio que rodeaba la casa. Jugaba con mi perro Don Villa, al cual mandaba a darse la vuelta a la casa y al llegar al punto inicial, yo ya estaba escondido y el perro comenzaba a buscarme. En el recreo del colegio, jugaba mucho al pillarse, y a mi, difícilmente me atrapaban, por no decir nunca. Un día el profesor fue al sexto y séptimo año, para buscar corredores que representaran al colegio en el campeonato escolar de atletismo. Yo estaba en quinto y quedé frustrado por no ser considerado. Hablé con mi papá, amigo del director, para que me dieran la oportunidad de participar. El director dijo que no habían considerado ir a mi curso, porque buscaban niños de doce años, que era la categoría del campeonato, para tener alguna opción de ganar. Yo tenía tan solo nueve, pero me llevarían igual al estadio a probarme, para que yo participara al menos en la clasificatoria del colegio. En resumidas cuentas, les gané a todos en los piques de 60 metros y fui al campeonato escolar representando al colegio. Llegué a la final y salí tercero compitiendo con alumnos de doce años. El que ganó fue campeón de Chile ese año en el campeonato nacional y el que llegó en segundo lugar fue, dos años después fue campeón de Chile en Pentatlón infantil. Fui vencido por dos campeones con más edad que yo. Así comenzamos, con triunfos y derrotas. Mirándole las espaldas a los campeones y, además, mayores que yo. Tendría una oportunidad cuando cumpliera 12 años para poder ganar en mi categoría, pensaba yo. Estaba contento, pues competí por mi ciudad en la capital, cuando cumplí diez años, aunque solo salí quinto en la serie.

Devolver bien por mal

En el primer año de la universidad, la asignatura más complicada que teníamos era anatomía humana. Era difícil ponerse al día si uno faltaba a una clase, porque todos los compañeros tenían unos apuntes ininteligibles, ya que el profesor hablaba muy rápido y era muy enredado para explicar todos esos nombres extraños para referirse a las distintas partes del cuerpo. Por eso es que, al salir del vestuario, después de una clase de baloncesto y encontrarme con un cuaderno de anatomía de uno de mis compañeros, era algo que, sin duda, tenía que devolver; a pesar que uno de mis compañeros me dijo: “Hazlo tira ese cuaderno”. Sucede que pertenecía a Alejandro, un líder negativo que, junto a otros dos alumnos, siempre andaban burlándose y molestando a los demás, especialmente a mí. Siempre se mofaban y me molestaban bastante, y yo con paciencia pasaba por alto sus burlas. Pues bien, siempre en primer año de universidad hay gente así, que se dedica más a otras cosas que a estudiar. Ninguno de los tres se graduó al final, pero ahí estaban en primer año, jugándose su opción. Yo no dudé en alcanzar al compañero que se marchaba y ya iba como a treinta metros. Era la primera vez que me dirigía hacia el para hablarle. Lo alcancé y lo llamé por su nombre, cosa rara para él, ya acostumbrado a poner y recibir sobrenombres. “Alejandro”, le dije. Él se detuvo, se dio media vuelta para escucharme. “Se te quedó tu cuaderno en el camarín”. Le dije, y se lo entregué. Se quedó sorprendido mirándome y me dijo: “Gracias”. No había rencor en mi, ni ánimo de venganza, a pesar de sus muchas burlas, y allí quedó demostrado. Le devolví bien por mal. Se alejó pensativo, ese compañero y nunca más me volvió a molestar ni él ni sus amigos.