miércoles, 6 de agosto de 2014

LECCIÓN 1: ¿QUÉ DEBO HACER PARA SER SALVO?


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                LECCIÓN 1: ¿QUÉ DEBO HACER PARA SER SALVO?


         El cristianismo consiste en conocer y amar a Cristo. El cristianismo y la salvación no se basan en lo que uno hace, sino en una Persona a quien uno conoce. Es indiscutible que a quien uno conoce en este mundo es muy importante, y ese hecho puede marcar la diferencia. Si usted busca trabajo, y conoce al jefe de una compañía, tiene una ventaja. Si lo llevan a la corte y conoce al juez, eso es una buena noticia. Si le interesa conocer a cierta persona, y descubre que conoce a un amigo de ella, tiene el problema resuelto. ¿Conoce usted al Señor? Conocer a Jesús es la base misma de la vida cristiana; es el camino que conduce a la vida eterna. “Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado” (San Juan 17:3). El hecho de conocer a Jesús, producirá un cambio en su estilo de vida, porque al conocerlo, amarlo y al relacionarse con él, usted será transformado a su imagen. El cielo consiste en acercarse incesantemente a Dios por Cristo.

        La Palabra de Dios, como el carácter de su divino Autor, presenta misterios que nunca serán plenamente comprendidos por seres finitos. La dificultad está únicamente en la debilidad y estrechez de la mente humana. Pero esto no es razón para dudar, pues en el mundo natural, siempre estamos rodeados de misterios que no podemos sondear. Aún las formas de vida más humildes, presentan un problema que el más sabio de los científicos  es incapaz de explicar. ¿Deberíamos sorprendernos que también en el mundo espiritual, encontremos misterios que no podamos sondear?

        En el relato de la creación, Dios se refiere a sí mismo en la forma plural: “Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza” (Génesis 1:26). La revelación especial del Espíritu Santo como una persona divina distinta del Padre y el Hijo, completa la expansión del Nuevo Testamento del cuadro bíblico de la pluralidad del Dios uno. Hay tres personas divinas diferentes en la única Deidad cristiana. El bautismo de Jesús originó la más clara revelación histórica de la Trinidad que está disponible para nosotros. El Hijo apareció en su existencia humana encarnada, el Espíritu Santo estuvo presente en la forma de una paloma y el Padre se reveló a sí mismo “Y Jesús, después que fue bautizado, subió luego del agua; y he aquí los cielos le fueron abiertos, y vio al Espíritu de Dios que descendía como paloma, y venía sobre él. Y hubo una voz de los cielos, que decía: Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia” (Mateo 3:16,17).
“Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí” (San Juan 14:6).     
 
Si queremos tener la vida, debemos tener comunión con la persona vida; el Señor Jesucristo.


“En sus días será salvo Judá, e Israel habitará confiado; y este será su nombre con 
el cual le llamarán: Jehová, justicia nuestra” (Jeremías: 23:6).

     Si queremos ser salvos, debemos ir a la persona Salvación; el Señor Jesucristo y vivir con él.

“Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él” (2 Corintios 5:21). “Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu” (Romanos 8:1).

        Si queremos ser justos, debemos ir a la persona Justicia; el Señor Jesucristo y quedarnos con él.

“Y manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios…” (Gálatas 5:19-21).

        El hombre no es pecador porque mata; el hombre mata porque es pecador. El primer problema del hombre no es que mató; sino que el primer problema del hombre es que es pecador. La parábola del hijo pródigo enseña que el padre recibió a su hijo como estaba. Lo abrazó y lo besó, así sucio, inmundo y maloliente como estaba. No importa como esté tu vida; si estás viviendo en adulterio, si eres un presidiario, si eres un viciado en drogas, si eres un mentiroso, si estas aprisionado en algún vicio, si pensamientos inmundos te atormentan, si sentimientos sucios pueblan tu corazón, no importa lo que eres. No importa como vivas. Tú eres la cosa más linda que Jesús tiene en esta vida. Tienes que venir a Jesús como estás. Llevándole tu vida como estás. Nunca trates de corregir tu vida solo. Jesús te recibe como estás y en su amor es que tú sientes el deseo de cambiar de vida. Jesús te recibe y te acepta y te da el poder y la fuerza necesaria para que desaparezcan de tu vida todas las cosas que te atormentan y aprisionan tu vida. Vida cristiana es una experiencia de amor entre Cristo y el ser humano. Es un asunto práctico. Si quieres vivir una vida cristiana, en primer lugar tienes que ir a Jesús y vivir con él, abrazarte de él y decirle: “Señor Jesús, tú eres todo para mí. Sin ti yo no soy nadie”.



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LECCIÓN 2: ¿CÓMO PUEDO LIBRARME DEL COMPLEJO DE CULPA?


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LECCIÓN 2: ¿CÓMO PUEDO LIBRARME DEL COMPLEJO DE CULPA?
        Cuando el ser humano va a Jesús, él despierta en lo profundo de su alma, el dolor por el tipo de vida que estamos viviendo. Crea el deseo de apartarnos de ese tipo de vida y nos da el arrepentimiento. El arrepentimiento no es algo que produce el corazón humano, es algo que el Espíritu Santo produce en el corazón del hombre.

  “¿O menosprecias las riquezas de su benignidad, paciencia y longanimidad, ignorando que su benignidad te guía al arrepentimiento?”(Romanos 2:4).

        Mucho cuidado con pensar que tienes que arrepentirte para ir a Jesús. Todo lo contrario, tienes que ir a Jesús para arrepentirte. Él, en su amor, nos despierta el deseo de salir de ese tipo de vida. Tenemos que ir a Jesús como estamos, llevándole todo lo que somos: la inmundicia de nuestra vida, nuestro pasado tenebroso, nuestros vicios, nuestros hábitos, nuestros pensamientos y sentimientos inmundos.
        Cuando nos arrepentimos, brota de manera natural de nuestros labios la confesión: “Señor, yo soy este  hombre o esta mujer, que no vale nada; yo soy este pobre pecador; y te traigo mi triste pasado”. He inmediatamente el Señor me contesta: “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad” (1Juan 1:9).

        El complejo de culpa es algo que puede llevar a un hombre a la muerte. El pasado atormenta.

“Él volverá a tener misericordia de nosotros; sepultará nuestras iniquidades, y echará en lo profundo del mar todos nuestros pecados” (Miqueas 7:19).
“Cuanto está lejos el oriente del occidente, hizo alejar de nosotros nuestras rebeliones”. (Salmos 103:12).
   
        No importa lo que tú hayas sido en tu vida. No importa como hayas vivido cuando no conocías a Jesús. No importa lo que hayas hecho. Si tú vas a Jesús llevándole tu vida como está y él produce en ti el arrepentimiento y   brota de tus labios la confesión sincera por todo lo que hiciste, el Señor coloca su mano en tus labios y te dice: “Hijo, no hables más. No importa lo que fuiste, yo perdono tus pecados. Yo echo todos tus pecados en el fondo del mar y no me acuerdo más de lo que hiciste. Yo alejo de ti tu pasado, como el oriente está lejos del occidente. En ese momento Dios transforma completamente tu vida”.
        Conversión es cambio de vida. Convicción es cambio de manera de pensar. Conversión tiene que ver con el cambio de nuestra naturaleza, el cambio del corazón, el cambio de las intenciones, el cambio de la vida. La transformación es un milagro que Dios realiza en nuestras vidas, si se lo pedimos con fe. Hay muchas personas que nunca fueron convertidos, sino sólo convencidos. Sólo podemos ser auténticos cristianos, si hemos pasado por la experiencia de la conversión.

   “Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es”. (Juan 3:6).
   
        Hay muchas personas que quieren vivir la vida de un hijo de Dios, la vida de una oveja, sólo porque un día abrieron la Biblia y encontraron  la doctrina de Jesús y aprendieron cómo es que Dios quiere que sus hijos vivan. Quieren ser una oveja de Jesús, pero ellos se olvidan que todos los seres humanos nacimos lobos; nacimos separados de Dios, trayendo la naturaleza pecaminosa, la cual se deleita en hacer las cosas malas, en practicar el pecado; se deleita en vivir separado de Jesús.

        Si sólo hemos recibido información, doctrina, pero nunca se operó en nosotros el milagro de la conversión, nunca podremos ser felices en la vida cristiana. Para poder ser feliz en esta vida, tiene que cambiar tu corazón, tiene que cambiar tu vida, y  eso es un milagro que sólo Jesús puede hacer.

        Tienes que ir a Jesús hoy y decirle: “Señor Jesús, estoy aquí, por favor opera en mí el milagro. Soy malo(a), no me gusta vivir a tu lado, no me gusta obedecerte. Toda mi vida pasada he vivido en caminos equivocados, he hecho sufrir a tanta gente y continúo haciendo sufrir a mi familia. Yo no creo en mí mismo(a), pero yo vengo a ti. No quiero ser más un lobo, quiero ser una oveja, por favor, haz un milagro en mi vida”. Y si tú crees que Jesús puede hacer el milagro, él lo hará. Si en tu corazón existe el deseo sincero de cambiar de vida, él te cambiará, porque lo ha hecho con tanta gente en el pasado; ha cambiado a tantas personas y tú no serás ni la primera ni la última que Jesús pueda cambiar. Tienes que decidirte ahora.




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LECCIÓN 3: ¿PODEMOS SER SANTOS EN ESTA VIDA?


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LECCIÓN 3: ¿PODEMOS SER SANTOS EN ESTA VIDA?

         Después que me he entregado a Cristo, ¿por qué experimento luchas interiores? “¡Miserable de mí! ¿quién me librará de este cuerpo de muerte?”(Romanos 7:24). Necesitamos comprender, lo que sucede con el cristiano cuando entrega su vida a Dios. Enoc era bueno porque caminó con Dios: “Caminó, pues, Enoc con Dios, y desapareció, porque le llevó Dios” (Génesis 5:24). Noé fue un hombre justo, porque caminó con Dios: “Estas son las generaciones de Noé: Noé, varón justo, era perfecto en sus generaciones; con Dios caminó Noé” (Génesis 6:9). Abram fue un hombre perfecto, porque caminó con Dios: “Era Abram de edad de noventa y nueve años, cuando le apareció Jehová y le dijo: Yo soy el Dios Todopoderoso; anda delante de mí y sé perfecto” (Génesis 17:1).

        Dios dice que David era un hombre conforme a su corazón. ¿Tú quisieras ser una persona conforme al corazón de Dios? ¡Qué lindo sería si Dios dijese eso de nosotros! ¿Por qué Dios dijo eso de David? ¿Sabes lo que había en la mente de David permanentemente? ¿Sabes cuál era su deseo mayor? “Andaré delante de Jehová en la tierra de los vivientes” (Salmos 116:9). Esa era la obsesión en la vida de David. Andar con Dios. Estos hombres mencionados, fueron considerados por Dios, justos, perfectos, íntegros y santos, porque anduvieron con Dios. Pero Noé, una vez se quedó dormido ebrio en medio de la calle. Abram, en cierta ocasión, actuó en forma engañosa y mintió por temor, y casi hace cometer adulterio a una alta autoridad de su época por esa mentira. David cometió adulterio y preparó un complot, para que muriera el marido de la mujer con la que él pecó y así ocultar su pecado. Como resultado, aquel hombre murió.

         En el momento en que todos estos hombres pecaron, no eran los hombres íntegros, perfectos, justos, santos y conforme al corazón de Dios. Lo que Dios nos está diciendo aquí, es que estos hombres eran personas con pasiones semejantes a las nuestras, y si ellos, con la ayuda de Dios, pudieron vencer, también nosotros podemos hacerlo. No importa lo que haya habido en nuestro pasado, como hubo un triste pasado en la vida de todos estos hombres. No importa lo que hayas hecho. Podemos ser considerados justos, íntegros, perfectos y santos para Dios, desde el momento en que decidimos caminar con Dios de su mano. Para Dios, es santo el que decidió caminar con Dios. Nacemos para Dios, en el momento en que nos encontramos con Jesús y vamos a Dios. 

      Cuando uno decide caminar con Dios, descubre que hay cosas que a mí me gustan, pero que a Dios no le gustan; y hay cosas que a Dios le gustan, pero que a mí no me gustan. En el momento de la conversión, Dios mata la naturaleza pecaminosa, pero su cadáver se queda dentro de nosotros. En ese momento, pasamos a ser personas con dos naturalezas. Una naturaleza muerta, carnal, y una naturaleza viva, espiritual; la naturaleza divina. Esta naturaleza de Cristo debería dominar, pero sucede que la muerte de esa vieja naturaleza es condicional, pues si nosotros comenzamos a alimentarla, revive y puede llegar a controlar nuevamente la vida. Las naturalezas se alimentan a través de los cinco sentidos, especialmente por lo que vemos y oímos. Por eso el consejo es: “Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad” (Filipenses 4:8).      

       La naturaleza de Cristo se alimenta estudiando la Palabra de Dios, la Biblia, orando, que es conversar con Dios como un amigo, y testificando, que es contar a otros lo que Jesús ha hecho en tú vida. Esto es caminar con Dios. Un cristiano que no pasa tiempo en estos tres aspectos, fracasará en la vida cristiana.

          Cuando tú no eras convertido, tenías solo la naturaleza pecaminosa, pero al convertirte, Dios puso en ti la naturaleza de Cristo, y por eso antes no sentías lucha interior, pero ahora, la lucha interior es entre estas dos naturalezas antagónicas que tratan de prevalecer para controlar tú vida. ¿Cuál va a vencer? Depende de cuál de estas dos naturaleza hemos alimentado más y mejor. Debemos aprender a convivir con estas dos naturalezas y filtrar lo que observamos, para matar de hambre la vieja naturaleza carnal y alimentar la nueva naturaleza espiritual. ¿Hasta cuándo vamos a sufrir esta lucha? Hasta cuando Jesús regrese. Allí sí Dios arrancará esa vieja naturaleza dentro de nosotros y la echará fuera. Nunca más se levantará el pecado. “Porque es necesario que esto corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad” (1 Corintios 15:53).

        Después que decidiste ser cristiano, la vida no es un mar de rosas. Muchas veces habrá errores, muchas veces caerás, muchas veces llorarás a los pies de Jesús arrepentido, pero tendrás que extenderle la mano y decirle: “Señor, estoy aquí”. Y él te llevará de triunfo en triunfo y de victoria en victoria. Porque si tú y yo somos como niños y tenemos miedo de andar en este mundo tenebroso, tendremos que extenderle nuestra mano de niño y agarrarnos del brazo poderoso de nuestro Padre y caminar victoriosamente. Nuestra victoria no dependerá de nuestra fuerza, porque como niños no tenemos ninguna fuerza, nuestra victoria dependerá de la fuerza del Padre. Ese Padre te ama y él quiere hacerte una persona victoriosa y feliz.


        
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LECCIÓN 4: ¿ES LA SANTA BIBLIA DIGNA DE CONFIANZA?


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LECCIÓN 4: ¿ES LA SANTA BIBLIA DIGNA DE CONFIANZA?

        La Biblia es el libro inmortal, el libro más valioso que existe. Nacida en el oriente y  revestida de imágenes orientales, la Biblia va por todo el mundo por caminos conocidos, buscando lo suyo por doquiera. Penetra en el palacio para decirle al monarca que es servidor del Altísimo, y en la humilde morada, para decirle al labriego que es un hijo de Dios.

        La Biblia está compuesta por 66 libros, divididos en 39 del Antiguo Testamento (AT), escritos en Hebreo, y 27 del Nuevo Testamento (NT), escritos en griego. Algunas porciones pequeñas se escribieron en Arameo. El tema central de la Biblia, es el gran amor de Dios y su plan de salvación.

        El mundo cristiano cree que Dios se comunica con su pueblo a través de la Biblia. Pero ¿en qué fundamentamos nuestra creencia de que Dios nos habla a través de este libro?

        Cuando Dios creo al hombre, Dios hablaba con el hombre cara a cara. Adán y Eva se regocijaban  en la compañía y en la presencia de su Padre. Pero cuando Adán y Eva pecaron y Dios lo visitó en la tarde de aquel día, el Registro Bíblico señala que se escondieron de la presencia de Dios. No pudieron soportar más la compañía santa de su Padre. Sentían vergüenza por lo que habían hecho. Dios se sintió muy triste, porque lo que más quiere Dios, es comunicarse con sus hijos, vivir en su compañía y abrazarlos.

        El tiempo fue pasando y el ser humano fue distanciándose cada vez más y más de Dios. Llegó el momento en que el pueblo no pudo más ni siquiera escuchar la voz de Dios. “Y dijeron a Moisés: Habla tú con nosotros, y nosotros oiremos; pero no hable Dios con nosotros, para que no muramos” (Éxodo 20:19).  Por eso Dios se comunicó con su pueblo indirectamente a través de los profetas. Ellos eran los videntes o voceros de Dios, y mantenían una comunicación especial con Dios. Eran  líderes del pueblo. Así, estos recibieron la revelación y el mensaje divino, el cual registraron en papiros o pergaminos. La Biblia registra todos esos escritos. “Porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo” (2 Pedro 1:21).

        Moisés escribió el primer libro de la Biblia, el Génesis, y Juan el último, el Apocalipsis, y este proceso duró unos 1.500 años. Algunos de estos escritores fueron pastores, agricultores, reyes, pescadores, médicos, legisladores, etc. No obstante lo anterior, se observa en la Biblia una armonía en todas sus páginas, aunque puede variar el estilo, pareciera como que una sola persona la hubiese escrito, en cuanto a su mensaje y contenido. Esta es la evidencia de la inspiración de la Biblia denominada: la unidad de la Biblia.

        Otra evidencia de la inspiración de la Biblia, lo constituye el hecho mismo de que tengamos hoy en día a nuestra disposición la Biblia. Yacen en el olvido numerosos imperios que esgrimieron la espada contra la Biblia. Todo pasa y muere, como la espuma que deshace la ola junto al mar. “Sécase la hierba, marchítase la flor; mas la palabra del Dios nuestro permanece para siempre” (Isaías 40:8). Esta evidencia se llama: la supervivencia de la Biblia.

        Durante años la ciencia pensaba que la tierra era plana y que era sostenida por alguna cosa, como las espaldas de Hércules o una tortuga gigante. No obstante, la Biblia ya sostenía que la tierra era redonda y colgaba en el espacio. “Él está sentado sobre el círculo de la tierra…” (Isaías 40:22). “Él extiende el norte sobre vacío, cuelga la tierra sobre la nada” (Job 26:7). Esta evidencia se llama:las anticipaciones científicas.

        Sólo Dios conoce el futuro y a quien él quiera darlo a conocer. La historia reafirma el registro bíblico, al constatar el cumplimiento de las profecías. El surgimiento y caída de los imperios universales. Los hitos y acontecimientos de la historia, estaban predichos con mucha anticipación, especialmente en lo que concierne a la historia sagrada, como es el caso de la primera venida de Cristo a la tierra, el momento histórico de la crucifixión, el lugar del nacimiento del Mesías, su misión, vida y pasión. Todo estaba descrito; como también la apostasía y la acción del anticristo. Esta evidencia se llama: las profecías cumplidas.

        La más grande evidencia de la inspiración de la Biblia, es el poder transformador que tiene en las vidas de los seres humanos. No podemos conocer el poder que tiene la Biblia para cambiar a los más temibles delincuentes en ciudadanos de bien, pero así acontece. Todo aquel que lee este libro y lo estudia con corazón sincero, siente una transformación extraordinaria en sus vidas. Esta evidencia se llama: El poder transformador de las vidas humanas.

        “Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra” (2 Timoteo 3:16,17).

       Si tú estás pasando un momento difícil en tu vida, si miras el futuro con angustia, si has traído problemas para tu familia, si no puedes ser feliz en esta tierra, necesitas encontrarte con Jesús. Él te dejó su Palabra. Tienes que buscarlo y conocerlo en su Palabra. Y vas a ver que a medida que el poder de Dios te ayuda a vivir los principios del Libro Eterno, tu vida va a ser transformada. La Biblia es un libro de amor; es una carta de amor. En la Biblia Jesús está diciéndote: “Hijo, yo te amo; yo no quiero verte distante. Yo quiero que te acerques a mí. Yo quiero que cada día te comuniques conmigo. A través de la oración tú me hablas; a través de la Biblia yo te hablo”. Y si tú aprendes a vivir una vida de comunión con Jesús, habrás aprendido a vivir la vida cristiana. Pero ¿cómo mantener comunión con Jesús  sin estudiar la Biblia? Aquí en la Biblia está el mensaje que Dios te dejó. No importa como seas tú, si con sinceridad vas a Jesús y abres tu corazón a su Palabra. Su Palabra es poderosa para transformar tu vida.
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CAPÍTULO 5: ¿HAY QUE OBEDECER LA LEY DE DIOS PARA SALVARSE?


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CAPÍTULO 5: ¿HAY QUE OBEDECER LA LEY DE DIOS PARA SALVARSE?

      El enemigo de Jesús quiere confundir a las personas y las quiere llevar a los extremos. No quiere a nadie en el punto de equilibrio. Hay quienes llegan a un extremo y piensan así: “Tengo que guardar la ley de Dios para salvarme”. Esas personas sinceras, piensan que la salvación es un premio que Dios les da, porque guardaron fielmente los mandamientos de Dios. Otras personas se van al otro extremo y piensan así: “Yo me salvo únicamente por la gracia de Jesús. No necesito guardar más los mandamientos de Dios”.

      “La ley de Jehová es perfecta, que convierte el alma; el testimonio de Jehová es fiel, que hace sabio al sencillo. Los mandamientos de Jehová son rectos, que alegran el corazón; el precepto de Jehová es puro, que alumbra los ojos” Salmo 19:7,8).

      La ley de Jehová es perfecta. Una cosa perfecta es algo que no admite cambio, que no admite mejora, que no admite corrección. La ley de Jehová es perfecta.

     “Las obras de sus manos son verdad y juicio; fieles son todos sus mandamientos, afirmados eternamente y para siempre, hechos en verdad y en rectitud” (Salmos 111:7,8). La Biblia afirma que la ley de Dios es eterna, y muestran la verdad y la rectitud.

    “Toda buena dádiva  y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación” (Santiago 1:17). La Biblia dice que Dios no cambia.

    “Sécase la hierba, marchítase la flor; mas la palabra del Dios nuestro permanece para siempre” (Isaías 40:8). La palabra de Dios no pasa ni muere.

        Debemos comprender que cuando la Biblia habla de “leyes”, existen varios tipos de leyes:
     1.   La Ley Moral de Dios: Contenida en los diez mandamientos; registrados en Éxodo 20.
     2.   Las Leyes Civiles de Israel: Leyes del pueblo como nación.
     3.   Las Leyes de la Salud: Ordenanzas de higiene y salud para el pueblo.
     4.   Las Leyes Ceremoniales: Ritos y ceremonias religiosas para Israel.
 “Ya que por la obras de la ley ningún ser humano será justificado delante de él; porque por medio de la ley es el conocimiento del pecado” (Romanos 3:20). El propósito de la ley no es salvar a alguien. Nadie puede salvarse guardando los mandamientos. La ley tiene una función didáctica. Es solo para mostrarnos nuestra realidad espiritual; para enseñarnos en qué lugar estamos. Para enseñarnos cómo está nuestra vida. La ley es para mostrarnos el pecado.

        “Pero sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos. Porque si alguno es oidor de la palabra pero no hacedor de ella, éste es semejante al hombre que considera en un espejo su rostro natural. Porque él se considera a sí mismo, y se va, y luego olvida cómo era. Mas el que mira atentamente en la perfecta ley, la ley de la libertad, y persevera en ella, no siendo oidor olvidadizo, sino hacedor de la obra, éste será  bienaventurado en lo que hace” (Santiago 1: 22-25).

        La Biblia afirma que la ley podría ser simbolizada con un espejo, que nos muestra nuestra condición. El espejo no puede limpiarnos, pero puede mostrarnos nuestra necesidad de limpieza. El pecado podría ser simbolizado con el barro, que mancha la vida del hombre, y la sangre de cristo se simbolizaría con el agua, que nos limpia de todo pecado. En la vida espiritual, yo nunca podría saber si estoy en lo correcto o estoy equivocado, si no existiera la Santa Ley de Dios. La ley me muestra mi pecado y me hace sentir la necesidad de la sangre redentora de Cristo. Pero una vez limpios por la sangre de Cristo, entonces ¿cómo yo podré saber si el barro del pecado ha vuelto a salpicarme, si yo ya no tengo el espejo de la ley para examinarme a mí mismo? Por eso, es prudente que, a pesar de que la salvación depende únicamente de la gracia de Cristo, el ser humano mantenga presente la Ley de Dios, no para salvarlo, no para limpiarlo, sino para darse cuenta de su pecado.

        ¿Quién nos da el punto de equilibrio para comprender la función de la ley? Solamente Cristo. La Ley de Dios sigue vigente para el cristiano. Yo no puedo decir que estoy agradecido de Dios, si desprecio su ley. “El que dice: Yo le conozco, y no guarda sus mandamientos, el tal es mentiroso, y la verdad no está en él” (1 Juan 2:4). “Si me amáis, guardad mis mandamientos” (S. Juan 14:15). “Porque cualquiera que guardare toda la ley, pero ofendiere en un punto, se hace culpable de todos. Porque el que dijo: No cometerás adulterio, también ha dicho: No matarás. Ahora bien, si no cometes adulterio, pero matas, ya te has hecho transgresor de la ley. Así hablad, y así haced, como los que habéis de ser juzgados por la ley de la Libertad” (Santiago 2:10-12).

        Todos los mandamientos son sagrados y están vigentes. No podemos guardar nueve mandamientos y dejar uno de lado, porque Dios es el mismo autor de cada uno de los diez mandamientos. La ley cumple varias funciones importantes. La ley no puede salvarnos, pero puede mostrarnos nuestra necesidad de salvación. La ley no puede transformarnos, pero puede indicarnos nuestra necesidad de transformación. La ley puede diagnosticar, pero no puede tratar ni curar la enfermedad del pecado. La ley es como un termómetro, que nos toma la temperatura, si estamos fríos, tibios o calientes espiritualmente. Así sabemos si andamos en la carne o en el espíritu.

 “¡Quién diera que tuviesen tal corazón, que me temiesen y guardasen todos los días todos mis mandamientos, para que a ellos y a sus hijos les fuese bien para siempre!” (Deuteronomio 5:29). Mediante la aceptación de la justicia de Cristo y a través de una relación continua con él, Dios nos ha concedido lo que le faltaba a Israel, la ley de Dios escrita en nuestros corazones. Jesús nos puede dar  lo que la ley no puede darnos; poder para obedecer, perdón por el pecado y gracia para cada una de nuestras necesidades. Para entender la función de la ley, tienes que haber ido a Cristo y haber abierto tu corazón a él; tienes que haberle dicho: “¡Señor, yo te amo, porque tú me salvaste, porque tú me perdonaste! ¡Quiero andar en tus caminos! ¡Enséñame el camino donde debo andar! Si Cristo te salvó y amas a Jesús, entonces te deleitarás en hacer la voluntad de Jesús, la cual está registrada en su Santa Ley. Tú no guardas la ley para salvarte, porque Cristo te salvó. Tú guardas la ley porque amas a Jesús.
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LECCIÓN 6: ¿CUÁNDO REGRESARÁ JESÚS?



www.Tu.tvLECCIÓN 6: ¿CUÁNDO REGRESARÁ JESÚS?
        La segunda venida de Cristo es, indudablemente, la mayor esperanza de la humanidad. La base bíblica para creer que Jesús volverá está en estos versículos: “No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí. En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera  dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros.  Si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis”( Juan 14:1-3). 

La razón de ser del cristianismo es la segunda venida de Cristo. La vida cristiana es una vida de comunión con Jesús. Mientras Cristo no vuelva, nuestra comunión será, de cierta manera, una comunión invisible, por la fe. Pero el Señor Jesús prometió que él vendrá por segunda vez a la tierra, y esta esperanza le da razón de ser a la vida cristiana.

        Muchos piensan que Jesús ya vino; ya está en el mundo invisiblemente, y que tenemos que mirarlo con los ojos de la fe. Pero la Biblia señala que su venida será real y no simbólica; todos lo podremos ver y vendrá personalmente, del mismo modo como se fue. “Los cuales también les dijeron: Varones galileos, ¿por qué estáis mirando al cielo? Este mismo Jesús, que ha sido tomado de vosotros al cielo, así vendrá como le habéis visto ir al cielo” (Hechos 1:11). “He aquí que viene con las nubes, y todo ojo le verá, y los que le traspasaron; y todos los linajes de la tierra harán lamentación por él. Sí, amén" (Apocalipsis 1:7). “Porque como el relámpago que sale del oriente y se muestra hasta el occidente, así será también la venida del Hijo del Hombre” (Mateo 24:27).

        Acontece que Jesús ya debería haber vuelto hace mucho tiempo, y como él no vuelve, existe mucha gente que piensa que la promesa nunca se cumplió y nunca se cumplirá. Pero eso también estaba profetizado. “Sabiendo primero esto, que en los postreros días vendrán burladores, andando según sus propias concupiscencias, y diciendo: ¿Dónde está la promesa de su advenimiento? Porque desde el día en que los padres durmieron, todas las cosas permanecen así como desde el principio de la creación” (2 Pedro 3:3,4). “El Señor no retarda su  promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento” (2 Pedro 3:9).

        Evidentemente ya no tenemos mucho tiempo para esperar. Las señales de la venida de Cristo se han cumplido y se están cumpliendo de manera extraordinaria. “E inmediatamente después de la tribulación de aquellos días, el sol se oscurecerá, y la luna no dará su resplandor, y las estrellas caerán del cielo, y las potencias de los cielos serán conmovidas” (Mateo 24:29). El 19 de mayo de 1780, en los Estados Unidos, el sol se oscureció a las 9 de la mañana. Quedó como una noche oscura el día. Fue el cumplimiento de esta profecía. El 13 de noviembre de 1833, también en los Estados Unidos, las estrellas cayeron como una lluvia infinita de meteoritos. Otra de las profecías cumplidas.

        También se profetizaron terremotos y a medida que el fin se aproxime, más y más seremos testigos de tragedias en medio de la naturaleza. Se profetizan guerras; hace muchos años que el mundo no vive en paz. El Sida está acabando con la humanidad. El mundo tiene gente que muere de hambre. Hoy en día tenemos miedo de las personas en la calle. No sabemos quién es un asaltante; la violencia anda suelta.  Todo esto es evidencia de que Cristo está próximo a volver.  “Y oiréis de guerras y rumores de guerras; mirad que no os turbéis, porque es necesario que todo esto acontezca; pero aún no es el fin. Porque se levantará nación contra nación y reino contra reino; y habrá pestes, y hambres, y terremotos en diferentes lugares” (Mateo 24:6,7).

        Pero qué cosa más maravillosa; este mundo en que vivimos, en el que pasamos hambre, dolor y muerte; en el que muchas veces tenemos que enterrar a nuestros seres más queridos, a nuestros propios hijos, que tenemos que enfrentar dificultades y a veces nos preguntamos: “Señor, ¿hasta cuándo?” Jesús dice: “Hijo, espera un poco. Aquí están las evidencias y las señales. Mi segunda venida no va a demorar”. Y cuando el Hijo del Hombre aparezca en el cielo, sus ángeles saldrán para juntar a sus escogidos. Aquellos que vivieron una vida de comunión con Jesús por la fe, sin poder tocarlo, entonces sí podrán  tocarlo y abrazarlo personalmente. Además, el verdadero Cristo será visto por todo el mundo en un segundo. “He aquí que viene con las nubes, y todo ojo le verá…” (Apocalipsis 1:7).

        “Mas como en los días de Noé, así será la venida del Hijo del Hombre. Porque como en los días antes del diluvio estaban comiendo y bebiendo, casándose y dando en casamiento, hasta el día en que Noé entró en el arca, y no entendieron hasta que vino el diluvio y se los llevó a todos, así será también la venida del Hijo del Hombre” (Mateo 24: 37-39). Cuando Jesús vuelva no habrá nada extraordinario. La vida cotidiana de las personas continuará como siempre. La gente estará trabajando, vendiendo, comprando, algunos divirtiéndose o viajando, hasta que de repente, aparecerá la señal del Hijo del Hombre viniendo en las nubes, para recompensar a cada uno según sea su obra. Entonces ya será demasiado tarde; la oportunidad habrá pasado. Ya no habrá más arrepentimiento. Pero hoy día estamos viviendo el tiempo en que debemos conocer y aceptar el plan de salvación. 

        El día del Señor vendrá, así  como ladrón en la noche” (1 Tesalonicenses 5:2). Hoy día hay mucha gente que piensa que Jesús no va a volver todavía, así permiten que los afanes de esta vida los distraigan de su preparación para ese día. Por eso, se señala que la venida de Jesús será en forma sorpresiva, inesperada, repentina, como es la llegada de un ladrón en la noche, cuando todos duermen. Cuando tú menos lo pienses, es allí cuando Jesús va a aparecer. Por eso, estamos viviendo en los momentos más solemnes de la historia de este mundo, y mucha gente no lo sabe. Dios reunirá a sus escogidos y yo quisiera que tú seas uno de ellos. Que hayas vivido en esta vida, una vida de comunión con Jesús, y cuando Cristo vuelva, no estés en el grupo que correrá desesperado para esconderse, sino que estés en el grupo de aquellos que levantarán las manos al cielo y dirán: “He aquí, éste es nuestro Dios, le hemos esperado, y nos salvará; éste es Jehová a quien hemos esperado, nos gozaremos y nos alegraremos en su salvación” (Isaías 25:9).  
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LECCIÓN 7: ¿CUÁL ES EL VERDADERO DÍA DE DESCANSO?


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LECCIÓN 7: ¿CUÁL ES EL VERDADERO DÍA DE DESCANSO?

        Existe mucha discusión en el mundo cristiano en relación al día de reposo. Algunos creen que es el sábado, otros creen que es el domingo, y hay un gran grupo que cree que cualquiera que sea el día, no tiene ninguna importancia. Pero la Biblia dice: “Fueron, pues, acabados los cielos y la tierra, y todo el ejército de ellos. Y acabó Dios en el día séptimo la obra que hizo; y reposó en el día séptimo de toda la obra que hizo. Y bendijo Dios al día séptimo, y lo santificó, porque en él reposó de toda la obra que había hecho en la creación” (Génesis 2:1-3).

        Dios descansó el sábado, aunque Dios no se cansa, porque él es Dios. ¿Por qué, entonces tuvo que descansar? Evidentemente que Dios tenía algo más profundo que enseñarnos con su ejemplo de descansar el sábado. La Biblia dice que Dios bendijo el sábado y lo santificó. Algo que es bendecido deja de ser común y corriente y se tiene que respetar, y algo que es santificado, no se le puede dar un uso profano.

        El sábado no es un día como los demás días, porque en ninguna parte de la Biblia dice que el Señor haya bendecido y santificado alguno de los otros días. El registro bíblico es bien claro cuando dice que Dios bendijo y santificó el sábado. Y en ninguna parte de la Biblia, se señala que Dios le haya retirado esa bendición y santificación al sábado y se la haya otorgado a otro día.

        Dios estableció el sábado como una señal entre Dios y su pueblo. “Y les di también mis días  sábados, para que fuesen por señal entre mí y ellos, para que supiesen que yo soy Jehová que los santifico” (Ezequiel 20:12). Un día de comunión especial, para santificar al pueblo de Dios, y para que este pueblo ayude al necesitado. Durante toda la semana vivimos realizando tareas, trabajos, actividades comerciales, productivas y domésticas, que nos afanan y estresan. Además, Dios sabía que el ser humano tendría la tentación de creer que Dios no existe, y que es el hombre el dueño de todo, que puede todo y sabe todo. Y para que el ser humano no corriese el peligro de olvidarse de Dios, él estableció el sábado. Así, el hombre tendría que pensar más en Dios y en su prójimo, y menos en sí mismo.  

        Cuando Jesús estuvo en esta tierra, era su costumbre entrar todos los sábados al templo, para mantener una comunión especial con su Padre Celestial. “Fue a Nazaret, donde se había criado, y un sábado entró en la sinagoga, como era su costumbre. Se levantó para hacer la lectura” (Lucas 4:16). El sábado se hizo por causa del hombre, es decir, para la humanidad toda, y no para el pueblo judío exclusivamente. “El sábado se hizo para el hombre, y no el hombre para el sábado – añadió –” (Marcos 2:27).

        Por otro lado, cuando el mandamiento del sábado es entregado a la humanidad por Dios a través de Moisés, el pueblo de Israel no estaba descubriendo allí el sábado como día de reposo. El sábado ya se guardaba desde antes; desde la creación del mundo. La entrega de la ley de Dios a Moisés, es registrado en Éxodo 20, pero antes de eso, ocurrió lo que está registrado en Éxodo 16. “—Esto es lo que el Señor ha ordenado— les contestó— Mañana sábado es día de reposo consagrado al Señor… Deben recogerlo (el maná) durante seis días, porque el día séptimo, que es sábado, no encontrarán nada” (Éxodo 16:23,26). El día sábado no caía maná, y el día viernes caía doble ración y tenían que recoger doble porción. Era el único día que el maná no se descomponía y duraba dos días, el resto de la semana, se malograba si se guardaba para el día siguiente. Algunos desobedecieron y salieron a recoger mana el sábado, y Dios los reprendió diciendo: “¿Hasta cuándo seguirán desobedeciendo mis leyes y mandamientos?” (Éxodo 16:28). Esto demuestra que antes del Sinaí y la entrega de la ley, ya existía la observancia del sábado y todos los mandamientos, pues la ley es eterna, y es dada a la humanidad toda desde la creación, y no es solo para un pueblo específico en un momento dado de la historia.

        Algunos piensan que Jesús abrogo o anuló la ley. La única ley que fue abrogada después de la cruz, es la ley ceremonial, de los sacrificios y ofrendas, pero no la ley de los diez mandamientos. Jesús dijo: “No piensen que he venido a anular la ley o los profetas; no he venido a anularlos sino a darles cumplimiento” (Mateo 5:17). Y las mujeres que prepararon esencias aromáticas, para ungir el cuerpo de Jesús después de su muerte en la cruz, siguieron guardando el sábado, dejando en claro que Jesús no vino a abolir la ley de Dios de los diez mandamientos con su muerte. “Luego volvieron a casa y prepararon especias aromáticas y perfumes. Entonces descansaron el sábado, conforme al mandamiento” (Lucas 23:56). El sábado seguía siendo un mandamiento después de la muerte de Cristo.

      Jesús también señaló que el sábado sería un día sagrado en el futuro, aún más allá de su muerte, y aconsejó orar, para que cuando la ciudad sea sitiada por los romanos, no tengan que huir en  sábado: “Oren para que su huida no suceda en invierno ni en sábado” (Mateo 24:20). Esa persecución acontecería el año 70 d.C. En opinión de Jesús, el sábado seguiría siendo un día santo casi 40 años después de su muerte.

      Los apóstoles guardaron el sábado. “Todos los sábados discutía en la sinagoga, tratando de persuadir a judíos y a griegos” (Hechos 18:4). Pablo guardaba el sábado, y ya estamos en la era cristiana, Cristo ya murió, sin embargo Pablo se reunía con judíos y griegos en sábado, y los griegos no guardan el sábado. Así también, en Hebreos señala que resta todavía un día de reposo para el pueblo de Dios: el séptimo día, o sea el sábado. “Queda todavía un reposo especial para el pueblo de Dios, porque el que entra en el reposo de Dios descansa también de sus obras, así como Dios descansó de las suyas” (Hebreos 4:9,10). “De tarde a tarde guardaréis vuestro reposo” (Levítico 23:32). Es decir, el sábado comienza a la puesta de sol del día viernes, hasta la puesta de sol del día sábado.

       “Si dejas de profanar el sábado, y no haces negocios en mi día santo, si llamas al sábado delicia, y al día santo del Señor, honorable; si te abstienes de profanarlo, y lo honras no haciendo negocios ni profiriendo palabras inútiles, entonces hallarás  tu gozo en el Señor; sobre las cumbres de la tierra te haré cabalgar, y haré que te deleites en la herencia de tu padre Jacob. El Señor mismo lo ha dicho” (Isaías 58:13,14).
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LECCIÓN 8: ¿QUÉ EXISTE DESPUÉS DE LA MUERTE?


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LECCIÓN 8: ¿QUÉ EXISTE DESPUÉS DE LA MUERTE?

        En el fondo del corazón humano, existe una interrogante inconsciente:¿qué existe después de la muerte? Queremos saber a dónde vamos cuando morimos. Para entender bien esto, tenemos que recordar la creación del hombre. Dios hizo un muñeco de barro; el barro es inerte, no tiene vida ni siente. “Entonces Jehová Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente” (Génesis 2:7). El texto bíblico dice que cuando el soplo de vida entró en ese barro, el hombre vivió y se convirtió en un alma viviente; un ser humano vivo.

        La pregunta es ¿qué sucede cuando el ser humano muere? “Y el polvo vuelva a la tierra, como era, y el espíritu vuelva a Dios que lo dio” (Eclesiastés 12:7). El texto sagrado señala que en la muerte se produce el proceso inverso de como fue creado el ser humano. El cuerpo vuelve a la tierra nuevamente, es decir, se convierte en polvo o barro, y el espíritu o soplo de vida, vuelve a Dios que lo dio.

        Desde el punto de vista bíblico, alma viviente es el ser humano viviente. No existe espíritu vagando por el espacio. Antes de nacer, la persona no existía, y después de morir, la persona deja de existir. No existen almas en pena llorando por allí o atormentando a los que están vivos. “Porque los que viven saben que han de morir, pero los muertos nada saben, ni tienen más paga; porque su memoria es puesta en olvido” (Eclesiastés 9:5). Los que están vivos, tú y yo, estamos conscientes de que estamos vivos y que moriremos, pero los muertos no saben nada; ellos no están conscientes de nada. “Todo lo que te viniere a la mano para hacer, hazlo según tus fuerzas; porque en el sepulcro, a donde vas, no hay obra, ni trabajo, ni ciencia, ni sabiduría” (Eclesiastés 9:10). O sea que, cuando tenemos un ser querido vivo, todo lo que podamos hacer por él en esta tierra, lo tenemos que hacer mientras está vivo; si tenemos padres ancianos, tenemos que darles cariño, darles amor, darles atención, darles cuidado, porque cuando ellos mueran, llevar flores al cementerio no va a dejarlos ni más ni menos felices. Ahora, si tú quieres puedes llevarles flores, pero no porque eso va a agradarle al difunto, pues eso te va hacer sentir bien a ti, de que no has olvidado a ese ser amado, pero eso no lo va hacer feliz a la persona que falleció, pues ella ya no tiene conciencia de nada. 

        Cuando Jesús estuvo aquí en la tierra, realizó la resurrección de Lázaro. Jesús dijo a sus discípulos: “Nuestro amigo Lázaro duerme; mas voy para despertarle. Dijeron entonces sus discípulos: Señor, si duerme, sanará. Pero Jesús decía esto de la muerte de Lázaro; y ellos pensaron que hablaba del reposar del sueño. Entonces Jesús les dijo claramente: Lázaro ha muerto” (Juan 11:11-14). Y esa tarde, cuando llegó a la casa de Lázaro y todos lloraban porque había muerto, Jesús dijo: “Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá” (Juan 11:25). Esto nos enseña, que para Jesús la muerte es un sueño; el dormir se caracteriza por un estado de inconciencia, y esto es precisamente lo que ocurre con la muerte. Y así como uno duerme también despierta, también despertarán algún día todos los que creyeron en Jesús, porque la vida es Cristo. Si la persona muere en Cristo, duerme con la bendita esperanza de la resurrección. Ahora, si una persona muere sin Cristo, entonces si es el caos, la desesperación, porque ella no tiene esperanza.

        Hoy día, el espacio invisible está poblado de espíritus de demonios, que se hacen pasar por gente que ya falleció. Así, el enemigo quiere engañar a las personas haciéndolas creer que todavía viven. Dios dijo: “Mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás” (Génesis 2:17).  En contraste con esta declaración, “la serpiente antigua, que es el diablo y Satanás” (Apocalipsis 20:2), estableció la primera mentira y el primer gran engaño, que es el fundamento del espiritismo moderno: “Entonces la serpiente dijo a la mujer: No moriréis” (Génesis 3:4). Hasta ahora se escuchan los ecos de este engaño del padre de toda mentira, con el cual trajo la caída de nuestros primeros padres. Para el espiritismo, la muerte no existe; al morir tú te transformas, evolucionas o te reencarnas; tú espíritu no muere nunca. Pero Dios nos dice lo contrario, que la muerte sí existe, y representa la cesación de todas nuestras facultades.

        La pregunta es: ¿hasta cuándo el ser humano queda en la condición de polvo inconsciente descansando y soplo que vuelve a Dios? Bueno, Marta, la hermana de Lázaro, respondió bien a esa pregunta, al decir: “Yo sé que resucitará en la resurrección, en el día postrero” (Juan 11: 24). Y Pablo también señaló: “Tampoco queremos, hermanos, que ignoréis acerca de los que duermen, para que no os entristezcáis como los otros que no tienen esperanza” (1 Tesalonicenses 4:13). En esta vida podemos perder muchos seres queridos, porque infelizmente entró el pecado a este mundo, y el pecado trajo con él la muerte, las lágrimas, el sufrimiento y las tragedias. Y si muere un ser querido tenemos todo el derecho de llorar, pues somos seres humanos y amamos a personas en esta vida. Pero nosotros los que tenemos la esperanza, no nos desesperamos, no enloquecemos, no intentamos suicidarnos. Podemos llorar, pero lloramos con esperanza; podemos sufrir, pero sabemos que el sufrimiento no dura toda la vida, que mañana es otro día, que no todo está perdido, porque hay esperanza.

      “Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, así también traerá Dios con Jesús a los que durmieron en él… Porque el Señor mismo, con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero” (1 Tesalonicenses 4:14,16). ¡Que noticia maravillosa! Si tú perdiste un ser querido, tienes que tener la seguridad de algo que Dios te está prometiendo; que Dios despertará a la vida a tus seres queridos que hayan muerto, y resucitarán en ocasión de la segunda venida de Cristo a la tierra. Y tú los podrás tocar y abrazar, pues resucitarán transformados, en completa salud. “Pues es necesario que esto corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad” (1 Corintios 15:53). Allí sí no habrá más muerte, porque viviremos con Jesús, que es la vida, para siempre. Pero para experimentar esto, tendremos que vivir una vida de comunión diaria con Jesús. Pero si tú mueres sin Cristo, entonces esta promesa no puede ser para ti. Jesús está con los brazos abiertos diciendo: Hijos, yo soy la persona vida; vengan a vivir en mis brazos. Y si tú vas a Jesús y vives con él, no tienes que tener miedo de la muerte. Y a pesar que tú mueras en esta tierra, puedes morir con la esperanza de que duermes hasta la venida de Jesús.
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