Lenguaje: La capacidad
para comunicarse con otros y las facultades asociadas al lenguaje son terreno
ganado por las mujeres. Ellas pueden expresarse de manera sumamente elocuente, y
exteriorizar sus emociones no es una dificultad para ellas, como sí lo es para
los hombres.
Especialistas en soluciones: Los
hombres son excelentes a la hora de resolver situaciones y responden bien a la
necesidad de una solución. El malestar emocional, tanto propio como ajeno, es
algo que los incomoda y no los deja ser. En esa incomodidad radica la facilidad
que tienen para buscar rápidamente soluciones a los problemas que los aquejan.
Ellos gozan solucionando inconvenientes.
La empatía: Por naturaleza, las mujeres se han
caracterizado por su capacidad para empatizar con el estado de ánimo de los
demás. Entran en sintonía con otros con total facilidad y pueden leer sus
emociones sin problema. Cuando interactúan con otros están atentas a las
necesidades y hasta en sus gestos al escuchar reflejan las emociones que les
genera lo que su interlocutor les comparte, generando mucha empatía con los
demás.
Enfocados: Los hombres se circunscriben más a las tareas o
pensamientos puntuales que les compete en determinadas circunstancias
específicas, a diferencia de las mujeres. Esta cualidad les permite a ellos
tener mejor capacidad para enfocarse en lo que están haciendo e, incluso, les
cuesta abandonar una tarea porque necesitan resultados inmediatos. En este
sentido superan en muchos casos a las mujeres, a quienes les cuesta ocuparse de
una sola cosa a la vez.
La conciliación: Las cualidades de la tolerancia, la comprensión
y las facultades comunicativas le han sabido brindar a la mujer la capacidad de
lograr distender conflictos y ser mejores negociadoras que los hombres. Por su
percepción de los demás tienen un talento mayor para la conciliación y son
excelentes mediadoras.
Emoción versus Razón: La mujer tiende a dar más importancia a sus
emociones, porque muchas veces son ellas quienes le dictan qué hacer ante
determinadas situaciones. Por el contrario, el hombre necesita escuchar a su
mente lógica y analizar objetivamente para actuar. Su mente es pragmática y
concreta. Para los hombres el pensamiento femenino puede resultar poco
riguroso, por eso dan más importancia a la razón por sobre la emoción.
Intuición: El famoso sexto sentido. Aquella cualidad que
por sabida cuenta es propiedad exclusiva de las mujeres pero no solo porque los
hombres no cuenten con una intuición tan desarrollada, sino porque el cerebro
masculino rechaza esa clase de pensamiento que le parece poco reflexivo.
Sospecha de las decisiones intuitivas, necesita una explicación y análisis
lógico para comprender de verdad.
Corto plazo versus largo plazo: Las mujeres cuentan con una sensibilidad
especial que les permite ver más allá. Por eso son buenas planificando y
disfrutan haciendo planes a largo plazo. La anterioridad es su fuerte. En
cambio los hombres avanzan paso a paso, por eso son buenos en el aquí y ahora.
Son menos imaginativos para mirar el futuro en comparación con las mujeres.
Multitarea: Los hombres hacen una sola cosa a la vez. En
cambio las mujeres cuentan con una extrema, e incluso exitosa, capacidad de
ocuparse de varias tareas en simultáneo. Su mente pareciera una computadora con
muchas ventanas abiertas a la vez, con material siempre dispuesto a ser
utilizado cuando se presente la necesidad.
Palabras: A las mujeres les gustan las palabras. Por eso,
muchas veces, para ellas las acciones no alcanzan, necesitan que los hombres
refuercen los hechos verbalizando sus intenciones, necesitan escuchar que ellos
tienen interés en ellas. A los hombres no les hacen falta esas palabras, dan
por sentado el cariño o el interés, por eso ellas los ven poco demostrativos y
ellos las consideran demasiado emocionales.
Global versus lineal: Los hombres piensan de una manera más lineal,
consecutiva. Tienen dificultad para integrar conocimientos e información
dispersa. En cambio, la mujer tiene una concepción más global y generalizada de
todo. Cuenta con la capacidad de pensar de forma totalizadora en los diversos
aspectos de un asunto, incluso aquellos no manifiestos que su percepción le
permite olfatear. Este pensamiento global se contrapone al del hombre que
piensa de manera más secuencial.
Comunicación: A los hombres les cuesta hablar de las cosas
que les pasan en su vida; son más introspectivos, no comparten fácilmente sus
problemas, no quieren expresar ciertas emociones. Por el contrario, muchas
veces la mujer encuentra consuelo a sus problemas en el simple hecho de poder
compartir sus angustias con otros, sin necesidad de que le ofrezcan un remedio
inmediato como los hombres suelen hacer, en vez de prestar atención y sólo
escuchar.
El movimiento: Desde chiquitos, los hombres son acción
constante. Se mueven sin parar, necesitan correr, golpear cosas, destruir, les
gusta demotrarse a sí mismos su fuerza. Las niñas, en cambio, pueden jugar más
tiempo solas, con sus muñecas, en tranquilidad, son capaces de sostener la
mirada por más tiempo cuando se les habla y parecieran aprender más rápidamente las reglas.
Sexo: Los hombres cuentan con un espacio dos veces y
medio mayor en su cerebro para la libido. Es por esta razón que desde chicos
son más sensitivos en este aspecto y durante la adolescencia, mayores los
pensamientos sexuales, mientras las mujeres están más atentas a sus emociones,
a conversar con sus pares, a comunicarse y compartir a otro nivel.
Capacidad de escucha: Cuando una mujer escucha presta total atención
y puede conversar a la vez, conectándose realmente con el otro y con sus
emociones. Los hombres, por su foco en una única tarea, solo pueden escuchar o
hablar. Ellas conversan de varios temas variando el foco con rapidez, lo que
resulta sumamente confuso para ellos. Las mujeres han desarrollado tal
capacidad de escucha que no solo oyen y comprenden mejor a su interlocutor sino
que además distinguen sonidos y pueden diferenciar distintas tonalidades en la
voz para interpretar emociones.
Competitividad: Ellos son más competitivos y luchadores. Desde
niños, los hombres prefieren los juegos de competencia y las niñas, los
cooperativos. Tal vez la cualidad conciliadora no les permite a ellas competir
tan sencillamente, prefieren apoyarse y evitar entrar en conflicto. Los hombres
pelean más fácilmente por instinto, y luchan por el lugar que creen merecer.
Por eso suele haber tantos hombres ocupando puestos directivos en empresas,
como funcionarios públicos o en el mundo deportivo.
El amor: Así como el sexo se encuentra en un nivel de
interés más alto para el hombre, para la mujer elplano amoroso se encuentra un escalón más arriba. Las
mujeres dan más importancia al amor, a la unión profunda de emociones y
sentimientos, mientras el hombre considera como más indispensable el placer
sexual.
Memoria: La mujeres son más memoriosas. Su capacidad
para conectarse con sus emociones hace que cada asunto de sus vidas esté
íntimamente relacionado con una emoción y eso permite plasmarlo en la memoria y
recordarlo por siempre. Por eso las mujeres suelen decepcionarse ante el olvido
de fechas importantes que ellas recuerdan a la perfección pero ellos no.
Preocupación: Las mujeres se preocupan más, es un hecho. Se
dedican a organizar su vida y la de otros, discuten con los hijos, se alteran
por sus salidas, llegadas, compañías, horarios. Se preocupan por el futuro de
su familia, por su país, por la humanidad. Sensibilidad y ansiedad se mezclan
para generar esta característica. Los hombres son mejores para vivir en el
presente y tienen mayor temple para no “pre-ocuparse”, es decir no ocuparse con
anterioridad de aquello que no podrán solucionar.
Mente en cero: Aunque esta cuestión parezca tan increíble para
las mujeres al punto de desconfiar de los hombres, es momento de enterarse: los
hombres tienen la capacidad de pensar en nada. Ellos pueden tener su mente apagada.
Por eso no es extraña su tendencia hacia actividades “zombie”, como pasar horas
pescando o hacer zapping con el control remoto sin prestar real atención a
ningún programa televisivo. Aunque la mente de la mujer nunca se detiene,
pueden confiar en que ellos no les mienten cuando ellas les preguntan en qué
piensan y responden: en nada.