lunes, 26 de septiembre de 2016

LA ALEGRÍA DEL CRISTIANO




El ser humano fue creado para gozar de una vida plena y abundante. Ese gozo está a su alcance.

La vida del hombre no es un accidente, sino parte del plan de Dios para la humanidad y para la tierra que ella habita. Ese plan original se vio perturbado por la entrada del pecado. Pero Dios no abandonó al ser humano a su suerte. Tomó las providencias necesarias para revelarle su plan por medio de las Sagradas Escrituras, para que todo el que quisiera, encontrara sentido a la vida y lograra vivir en armonía con el resto del universo, es decir, en armonía con el plan original de Dios.

Los cristianos conocen esta provisión de Dios con el nombre de plan de salvación. Es decir, el hombre tiene a su alcance la salvación. ¿Salvación de qué? De la violencia, de la angustia, de las drogas, de la enfermedad y la muerte, de la aniquilación definitiva.

¡Y cuán hermosa es la vida del que acepta esta salvación ofrecida por Dios! Es hermosa porque ve a su alrededor muchas evidencias del amor de Dios por el hombre. Las bellezas naturales que lo rodean, el colorido de la vegetación y de las flores, los delicados y cambiantes matices de una puesta de sol, todo habla de la preocupación del Creador por lo que es bello, a pesar de que hoy vemos esa belleza manchada por las cicatrices del pecado y los daños hechos por el hombre mismo. La responsabilidad de responder con amor a ese amor de Dios es sencillamente sublime.

La satisfacción del cristiano de poder compartir ese amor con los miembros de su familia, en medio de la armonía y la felicidad, donde los hijos pueden crecer con equilibrio para ser buenos ciudadanos de su país, y donde todos se preparan para la vida perdurable, es otra de las evidencias del amor de Dios.

Hay gozo en una vida sencilla, con una alimentación sana – basada en el conocimiento de las leyes de la salud –, que permiten vivir una vida plena, aunque a veces se encuentre aprisionado en una jaula urbana. La alegría de la verdadera recreación, del ejercicio saludable, del trabajo útil, del servicio desinteresado en favor de los demás, a pesar de la competencia de los deportes comercializados y del estrés de las actividades y del bullicio ciudadano, le permiten ver que no vive en vano.

Además, su nueva relación con Dios y sus leyes le mostrará que los principios en ella implicados son manifestaciones del amor y del carácter de Dios. Por ello cumplirá todos sus preceptos no como una pesada obligación, sino movido por el amor que responde con todo placer, voluntariamente, como resultado de la salvación recibida, y dedicará sus mejores esfuerzos en un servicio activo en favor de los demás en su casa, en su vecindario, en su trabajo, en la escuela o dondequiera se encuentre.
Claro que el cristiano no es ciego ni ajeno a la enfermedad, a la muerte, a la pobreza y al dolor que lo rodean. Pero ve más allá de la superficie de las contingencias que implica la vida en esta tierra. Sabe que el mal es un enemigo vencido, que la muerte ya no es temible, que hay vida más allá: una vida que no se mide en años sino con la vida de Dios.

Aunque vive sobre esta tierra y participa de sus actividades, preocupaciones, perplejidades y gozos, respira una atmósfera diferente. Es como si dijéramos que vive en un país extranjero, pero no como exiliado, sino como embajador. Porque el cristiano es precisamente eso: un embajador  del reino de Dios, de ese reino de paz y justicia donde domina el amor en su forma más elevada y práctica, pues sabe que Jesucristo volverá muy pronto para poner fin a este mundo, y quiere compartir su alegría y esperanza.

Al concluir la lectura de este artículo, ¿quisiera usted también participar de la alegría del verdadero cristiano? ¿Quisiera aceptar el generoso ofrecimiento de la salvación gratuita que Dios le extiende? ¿Quisiera usted conocer más de cerca al Hijo de Dios, que hizo posible esta salvación? Quisiera encomendar sus caminos a ese Jesús que quiere darle paz, seguridad y la vida eterna? Lo invitamos a que lo haga, y goce, aquí y ahora, de esa vida abundante y plena que sólo El puede dar.

Autor:
Rolando Itin es doctor en Educación y fue presidente del consejo Editorial de la Asociación Casa Editora Sudamericana.







jueves, 22 de septiembre de 2016

LA TEORIA DEL ICEBERG


















EXPEDIENTE CARNE

Un interesante documental sobre los efectos del consumo de carne en nuestra salud, en el clima, el hambre en el mundo, así como en el trato con los animales, que no dejará impasible a nadie. Las amplias reprecusiones de cada eslabón de la cadena de aprovechamiento -desde la producción de carne hasta su consumo- se exponen y describen aquí de forma transparente y abrumadora.



EL VIAJE DE LA VIDA