miércoles, 29 de noviembre de 2017

EL PODER TERAPÉUTICO DE LA ORACIÓN

¿Tienen las oraciones poder para sanar? La ciencia está descubriendo lo que los creyentes siempre supieron. Lo que voy a relatar ocurrió cuando trabajaba en el hospital Parkland Memorial de Dallas (Texas) durante mi residencia. Mi primer paciente sufría de cáncer en fase terminal y la dolencia le afectaba los dos pulmones. Le aconsejé respecto a la terapia que se le podía administrar, y le expliqué lo poco que le serviría. Acertadamente, optó por no seguir el tratamiento.


Cuando pasaba junto a su cama, siempre lo veía rodeado de personas de su iglesia que habían ido a visitarlo, a cantarle y orar con él. Qué bien pensé, pues pronto estarán cantando y orando en su funeral.

Transcurrió un año y yo trabajaba en otro centro médico. Entonces, un colega del hospital Parkland me llamó para preguntarme si estaba interesado en ver a aquel paciente. ¿Verlo? Ni siquiera podía creer que todavía estuviera con vida. Estudié su radiografía y me quedé boquiabierto. El paciente tenía los pulmones limpios, sin ningún indicio de cáncer.
La terapia a la que se sometió le dio excelentes resultados comentó el radiólogo, que miraba por encima de mi hombro, refiriéndose al paciente.
¿Terapia? pensé. Si no se sometió a ninguna... a menos que la oración se considere una terapia.


Conté lo sucedido a dos de mis profesores de la facultad de medicina. Ninguno de los dos reconoció que había sido una curación milagrosa.
Es el curso natural de la enfermedad, opinó uno.
Está claro, comentó el otro encogiéndose de hombros.


Yo había perdido hacía mucho la fe de mi niñez. En aquel momento creía en la eficacia de la medicina moderna. Diríase que consideraba la oración algo superfluo. Así que no pensé más en ello.


Transcurrieron varios años más. Llegué a ser director de un importante hospital. Estaba al tanto de que muchos de mis pacientes oraban, pero confiaba muy poco en la eficacia de sus oraciones. Terminaba la década de los ochenta, y de casualidad llegaron a mis manos unos estudios. Muchos de ellos se habían realizado en condiciones muy estrictas de laboratorio, y revelaban que la oración influye de manera decisiva en diversas dolencias.
Tal vez el estudio más convincente sea el que publicó en 1988 el cardiólogo Randolph Byrd. Un ordenador extrajo los nombres de 393 pacientes de una unidad coronaria del Hospital General de San Francisco. Seguidamente, repartió los nombres en dos listas. Una de ellas se entregó a grupos de oración, mientras que nadie oro por las personas cuyos nombres figuraban en la otra. Nadie sabía en qué lista estaba ninguno de los enfermos. A los grupos de oración solo se les proporcionó el nombre de pila de los pacientes, junto con una breve descripción de las dolencias que los aquejaban. Se pidió que oraran por esos pacientes todos los días hasta fueran dados de alta, pero no se les dieron instrucciones de cómo orar ni qué decir.


El estudio terminó al cabo de diez meses y los pacientes por los que se oro se beneficiaron en varios aspectos importantes:
* Tenían cinco veces menos probabilidades de necesitar antibióticos, en comparación con los enfermos por los que no se oro.
* Tenían dos veces y media menos probabilidades de sufrir de insuficiencia cardiaca congestiva.
* Tenían menos probabilidades de sufrir un paro cardíaco.


Si la técnica médica estudiada hubiese sido un nuevo medicamento o procedimiento quirúrgico en vez de la oración, probablemente se habría proclamado como un gran avance de la medicina. Incluso escépticos recalcitrantes como el Dr. William Nolen, que escribió un libro cuestionando la validez de la fe para sanar, reconoció: "Si este estudio es fidedigno, los médicos deberíamos escribir en las recetas: "Oración tres veces al día". Si el método surte efecto, utilicémoslo."


Pero hay cosas que los científicos, y los médicos nos contamos entre nuestras soluciones. La eficacia de la oración es una de ellas.
Actualmente he dejado el ejercicio de la medicina y me dedico a investigar y escribir sobre los efectos de las oraciones en la salud. Hay estudios que dan a entender que puede tener consecuencias beneficiosas en caso de alta presión arterial, heridas, jaquecas y ansiedad.


 En los párrafos siguientes expongo algunos de mis hallazgos:
La oración adopta múltiples formas.

En los estudios que han pasado por mis manos, los resultados no se manifestaron únicamente cuando se oró pidiendo resultados concretos, sino también cuando se elevaron oraciones sin entrar en detalles. Es más, algunos estudios indicaban que en los casos en que solo se dijo algo así como: "Señor, hágase Tu voluntad", ello fue, en términos cuantitativos, más eficaz que los resultados específicos que se esperaban. Numerosos experimentos indican que la simple actitud de oración acompañada de amor e interés hacia la persona por quien se ora crearon las circunstancias que favorecieron la curación del paciente.
El amor aumenta la eficacia de la oración.
La eficacia de la oración es legendaria. Es parte del folclor, del sentido común y de la vida diaria. El amor tiene efectos físicos: prueba de ello es que los enamorados se sonrojan y les palpita el corazón. A lo largo de la historia se ha reconocido sin excepción que el cariño y el desvelo constituyen un factor valioso para la curación. Es más, una encuesta que se llevó a cabo entre 10.000 hombres afectados de cardiopatías y que se publicó en el boletín The American Journal of Medicine reveló que la angina de pecho se redujo a la mitad en los que percibían el apoyo y el amor de sus esposas.
Prácticamente todos los que se valen de la fe y la oración para sanar están de acuerdo en esto: que el amor es la fuerza que les permite proyectarse para curar, incluso a distancia. La sensación de interés y de afecto es tan marcada que todos la describen diciendo que sienten como si se fundieran con la persona por la que ruegan.


El Dr. Herbert Benson, de la facultad de medicina de Harvard, fue uno de los primeros investigadores que estudió los efectos beneficiosos para la salud de la oración y la meditación. Descubrió una correspondencia entre el ejercicio y la oración. Enseñó a corredores a orar mientras corrían, y descubrió que el organismo les funcionaba con mayor eficiencia.

Sus hallazgos revelaron que la oración no solo es beneficiosa, sino que hay una amplia variedad de métodos.


La oración demuestra que no estamos solos.

Uno de mis pacientes agonizaba. El día antes de su fallecimiento, me senté junto a su lecho. Lo acompañaban su esposa y sus hijos. Él sabía que le quedaba poco tiempo de vida, y elegía con cuidado sus palabras; hablaba en susurros y con voz ronca. Pese a que no era religioso, nos reveló que últimamente había empezado a orar.


¿Y por qué pide? le pregunté.
No es que ore por nada en particular respondió pensativo; es que hacer oración me recuerda que no estoy solo.

martes, 28 de noviembre de 2017

domingo, 19 de noviembre de 2017

¿Qué significa ser cristiano?













¿Qué significa ser humano? Significa ser hombre, verdaderamente hombre: esforzarse por ser individualmente hombre pleno.

Sin embargo, esto también lo puede hacer el humanista secular, como, por ejemplo, el intelectual de formación clásica al estilo de Luis Vives o de Humboldt, o el existencialista influido por Nietzsche, Heidegger o Sartre, o incluso el positivista mediatizado por las ciencias naturales o un racionalismo crítico.

Debemos confesar llanamente: Todos ellos pueden ser auténticos humanistas que de veras vivan humanamente. No obstante, todavía no tienen por qué ser cristianos.

¿Qué significa ser social? Significa estar en conexión con la societas, con la sociedad: atender a las necesidades y esperanzas de los demás hombres, de otros grupos humanos, de la sociedad en general, y comprometerse activamente, de forma más o menos militante, por la justicia social.

Sin embargo, esto lo puede hacer el hombre secular, o no religioso, socialmente comprometido; lo mismo lo puede hacer el reformador social liberal como el revolucionario marxista; lo mismo lo puede hacer un nacionalsindicalista español que un socialista sudamericano o un representante de la izquierda europea y americana.

No se puede negar; todos ellos pueden defender reivindicaciones sociales legítimas y apremiantes. No obstante, todavía no tienen por qué ser cristianos.

¿Qué significa ser religioso? Significa estar religado (re-ligare) o referido (re-legare) a algo absoluto: vivir en el horizonte de un fundamento y sentido absoluto, orientado hacia algo que me atañe incondicionalmente.

Sin embargo, esto también lo puede hacer un budista o un hindú, un musulmán o un judío, y otro tanto un panteísta religado al universo, un deísta escéptico, un místico espiritualista, un practicante de cualquier tipo de meditación trascendental (yoga o zen), o simplemente el hombre común con sentimientos religiosos que trata de responsabilizar sus acciones ante una instancia vinculante en su conciencia.

Nunca deberíamos ponerlo en duda; todos ellos pueden ser auténticamente religiosos. No obstante, todavía no tienen por qué ser cristianos.

¿Qué es entonces lo distintivo cristiano? ¿Qué hace cristiano al cristiano? No es cristiano el hombre o la mujer que nada más procura vivir humanamente, socialmente o hasta religiosamente. Cristiano, es ante todo y solamente, sencillamente el que procura vivir su humanidad, sociabilidad y religiosidad a partir de la fe en Cristo. Procura: nada más ni nada menos.

Lo distintivo cristiano es Cristo Jesús en persona. Contra toda distensión, falsificación, distorsión y equivocación de lo cristiano, bien intencionada muchas veces, hay que llamar honradamente a las cosas por su nombre, tomar los conceptos al pie de la letra: el cristianismo de los cristianos debe seguir siendo cristiano. Mas el cristianismo sólo sigue siendo cristiano, cuando se mantiene expresamente vinculado al único Cristo. Y este Cristo no es un principio cualquiera ni una intencionalidad, ni una actitud, ni una ideología. Es, por el contrario, una persona bien definida, inconfundible, insustituible, con nombre propio.

Esta fórmula doctrinal no es una fórmula vana. ¿Por qué? Porque hace referencia a una persona histórica muy concreta: Jesús de Nazaret.

Ser cristiano no es meramente aceptar un determinado estilo de vida, un dogma o una ideología. Ser cristiano es asumir el compromiso, y con ello los riesgos, de pensar, sentir y obrar como Cristo lo hizo.

Vivir cristianamente es articular el sentido de la vida desde el horizonte del conocimiento de Cristo. Esto es aceptar al Cristo histórico, creer en sus palabras, seguir su ejemplo, sabiendo que ése es el camino que me conduce a Dios.


En síntesis, ser cristiano significa creer, pensar, sentir, vivir, obrar, sufrir y morir como verdadero hombre, siguiendo el ejemplo de Cristo, sostenido por Dios y presto a ayudar a los hombres en la dicha como en la desgracia, en la vida como en la muerte.

 (Basado en la obra de Hans Kung “Las 20 tesis sobre ser cristiano”).

domingo, 12 de noviembre de 2017

ORACIÓN











¡Oh, Señor! Al orar,
mis problemas quiero entregar,
a tu trono de gracia llegar
y tu bendición alcanzar.
Hoy mi vida transforma, Señor;
que mi mente entienda tu amor,
y al postrarme humilde ante ti,
¡oh, Señor, escucha mi oración!

“Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Sea hecha tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy el pan nuestro de cada día. Perdona nuestras deudas, como nosotros también perdonamos a nuestros deudores. Y no nos dejes caer en tentación, sino líbranos del mal. Porque tuyo es el reino, el poder y la gloria por todos los siglos. Amén” (San Mateo 6: 9-13).
“Señor, toma mi corazón; porque yo no puedo dártelo. Es tuyo, mantenlo puro, porque yo no puedo mantenerlo por ti. Sálvame a pesar de mi yo, mi yo débil y desemejante a Cristo. Modélame, fórmame, elévame a una atmósfera pura y santa, donde la rica corriente de tu amor pueda fluir por mi alma” (PVGM p. 124).

 “Tómame ¡oh señor! Como enteramente tuyo. Pongo todos mis planes a tus pies. Úsame hoy en tu servicio. Mora conmigo, y sea toda mi obra hecha en ti” (Camino a Cristo 60).

Te agradezco, Padre, por el don de tu Hijo amado, y la salvación que me das por medio de su sacrificio en la cruz. Gracias Señor por las pruebas que vienen a mí, porque en ellas puedo crecer y confiar en ti. Gracias por el don de la vida que me das en este día. Gracias por tu amor y justicia; por el abrigo y sustento diariamente recibido.

Te suplico que me des humildad, Señor, sabiduría, valor, y que me aumentes la fe. Te pido por el perdón de mis pecados y clamo a ti porque derrames en mí el don del Espíritu Santo. Dame un carácter como el de Cristo, salud y fuerza para hacer su obra. Dame el don de la salvación y pon en mí paz.

Quiero interceder en esta hora por mi familia, por mis hermanos en la fe, por mis amigos, compañeros y vecinos. Que tú tengas misericordia de cada uno de ellos, que obres en sus corazones mediante tu Santo Espíritu y derrames tu bendición.

“Ruego para que todas las imágenes negativas conocidas y desconocidas, las creencias insanas, los recuerdos celulares destructivos y todos los temas físicos relacionados con ____________ (el problema o tema suyo o de su ser querido) sean descubiertos y curados, llenándome [o llenando a ______ (nombre de la persona)] con la luz, la vida y el amor de Dios. También ruego para que la eficacia de esta curación se vea incrementada en cien veces más”.
“Envío todos los efectos de esta curación hacia mí (o nombre de la persona) con todo el amor”.

Al terminar, Señor, mi vida aquí,
mis ojos puedan sin temor cerrar,
y en mi glorioso despertar
que en ti
de paz eterna pueda disfrutar.

En el nombre de Jesús. Amén.