lunes, 18 de agosto de 2008

TE AMARE PARA SIEMPRE

Puede un Dios santo pasar por alto nuestras faltas?
¿Puede un Dios amable castigar nuestras faltas?
Desde nuestra perspectiva, hay solo dos soluciones igualmente inapelables. Pero desde su perspectiva, hay una tercera. Esta se llama «la Cruz de Cristo».
La cruz. ¿Puedes dirigir la mirada a cualquiera parte sin ver una? Encaramada en lo alto de una capilla. Esculpida en una lápida en el cementerio. Tallada en un anillo o suspendida de una cadena. La cruz es el símbolo universal del Cristianismo. Extraña decisión, ¿no crees? Extraño que un instrumento de tortura llegara a representar un movimiento de esperanza. Los símbolos de otras religiones son más optimistas: la estrella de seis puntas de David, la luna en cuarto creciente del Islam, una flor de loto del Budismo. ¿Pero una cruz para el Cristianismo? ¿Un instrumento de ejecución?
¿Te pondrías una pequeña silla eléctrica en el cuello? ¿Suspenderías una horca de oro plateado en la muralla? ¿Imprimirías una foto de un pelotón de fusilamiento en una tarjeta de negocios? Pero eso es lo que nosotros hacemos con la cruz. Muchos incluso hacen la señal de la cruz cuando oran. ¿Por qué no hacer la señal de la guillotina? En lugar de la señal triangular que la gente se hace en la frente y en el pecho, ¿por qué no un golpe de karate en la palma de la mano? ¿No vendría a ser lo mismo?
¿Por qué es la cruz el símbolo de nuestra fe? Para hallar la respuesta no hay que ir más allá de la misma cruz. Su diseño no podría ser más sencillo. Un madero horizontal y el otro vertical. Uno mirando hacia fuera, como el amor de Dios. El otro hacia arriba, como lo hace la santidad de Dios. Uno representa la anchura de su amor; el otro refleja la altura de su santidad. La cruz es la intersección. La cruz es donde Dios perdonó a sus hijos sin rebajar sus estándares.
¿Cómo pudo hacer tal cosa? En una frase: Dios puso nuestros pecados sobre su Hijo y los castigó allí.
«Dios puso lo malo sobre quien nunca hizo lo malo para que así nosotros pudiéramos aparecer como justos ante Dios» ( 2 Corintios 5.21 ).
O como se traduce en alguna parte: «¡Cristo nunca pecó! Pero Dios lo trató como a un pecador, para que así Cristo pudiera hacernos aceptables a Dios».
Visualiza el momento. Dios en su trono. Tú en la tierra. Y entre tú y Dios, suspendido entre tú y el cielo está Cristo sobre su cruz. Tus pecados han sido puestos sobre Jesús. Dios, que castiga el pecado, libera su justa ira sobre tus faltas. Jesús recibe el estallido. Como Cristo está entre tú y Dios, no estás tú. El pecado es castigado, pero tú estás a salvo, a salvo a la sombra de la cruz.
Esto es lo que hizo Dios, ¿pero por qué? ¿Por qué lo hizo? ¿Cuestión moral? ¿Obligación celestial? ¿Exigencia paternal? No. Dios no tiene que hacer nada.
Pero, pensemos en lo que hizo. Dio a su Hijo. Su único Hijo. ¿Harías tú tal cosa? ¿Ofrecerías la vida de tu hijo por la de alguna otra persona? Yo no. Hay algunos por los cuales yo daría mi vida. Pero pídeme que haga una lista de personas por las cuales mataría a mi hija, y el papel se quedaría en blanco. No necesitaría un bolígrafo. La lista no tendría nombres.
Pero la lista de Dios contiene los nombres de cada persona que ha vivido . Porque tal es el alcance de su amor. Y esta es la razón de ser de la cruz. Él ama al mundo.
«Porque de tal manera amó Dios al mundo que dio a su Hijo unigénito» ( Juan 3.16 ).
Tan cierto como que el destello central proclama la santidad de Dios, el destello de la cruz proclama su amor. Y, oh, qué gran alcance tiene su amor.
¿No te alegra que los siguientes versículos no digan:
«Porque de tal manera amó Dios a los ricos…»?
O, «Porque de tal manera amó Dios a los famosos…»?
O, «Porque de tal manera amó Dios a los delgados…»?
Pero no dice así. Ni tampoco dice: «Porque de tal manera amó a los europeos o a los africanos…» «el sobrio o el triunfador…» «el joven o el viejo…»
No, cuando leemos Juan 3.16 , sencilla y felizmente leemos, «Porque de tal manera amó Dios al mundo».
¿Cuán ancho es el amor de Dios? Suficientemente ancho como para cubrir todo el mundo. ¿Estás tú incluido en el mundo? Si lo estás, entonces estás incluido en el amor de Dios.
Qué bueno es estar incluidos. Pero no siempre es así. Las universidades te excluyen si no eres lo suficientemente inteligente. El mundo de los negocios te excluye si no estás lo suficientemente calificado y, lamentablemente, algunas iglesias te excluyen si no eres lo suficientemente bueno.
Pero aunque estas instancias te puedan excluir, Cristo te incluye. Cuando se le pidió que describiera la anchura de su amor, Él extendió una mano a la derecha y la otra a la izquierda y se las clavaron estando en esa posición para que tú pudieras saber que Él murió amándote.
¿Pero no tiene esto un límite? Seguramente el amor de Dios tiene que tener un fin. ¿No te parece? Pero David el adúltero nunca lo encontró. Pablo el asesino nunca lo encontró. Pedro el mentiroso nunca lo encontró. En sus respectivas experiencias, ellos llegaron a tocar fondo. Pero en cuanto al amor de Dios, nunca ocurrió tal cosa.
Ellos, como tú, encontraron sus nombres en la lista de amor de Dios. Y sin duda puedes estar seguro que Aquel que los puso allí sabe cómo pronunciarlos. (Por Max Lucado)

No hay comentarios:

Publicar un comentario