"La felicidad no cura, pero la felicidad protege de las enfermedades", según un estudio que será publicado el próximo mes, donde científicos holandeses concluyen que ser feliz puede asegurar la longevidad.
El profesor Ruut Veenhoven, de la Universidad Erasmo de Rotterdam, afirma que para vivir mejor, ser feliz es tan eficaz como dejar de fumar, puesto que la felicidad es susceptible de alargar la vida entre 7,5 y 10 años.
Este estudio, realizado a partir de unos 30 informes de diferentes países, se suma a otras investigaciones, especialmente económicas, que intentan comprender lo que nos hace felices, y por qué las riquezas materiales no conllevan la felicidad. Se crea así un nuevo ámbito en la investigación que algunos economistas llaman "hedónico".
"Esto permite a los economistas pensar en el concepto de 'vida' en términos más complejos. Es hora de acabar con la pregunta de '¿qué compró?' y empezar por '¿vive usted bien?'", escribió Bill McKibben, en un libro publicado en 2007, "Deep Economy: The Wealth of Communities and the Durable Future" ("Economía profunda: la riqueza de las comunidades y el futuro sostenible").
Según esta corriente de economistas, a partir de un poder adquisitivo de 10.000 dólares (6.700 euros) anuales, el aporte en "cantidad de felicidad" de las condiciones materiales crece mucho menos. La felicidad se nutre entonces de otras circunstancias como la amistad, la pertenencia a una comunidad, la libertad, la democracia o las instituciones equitativas y eficaces.
En el estudio de Ruut Veenhoven, publicado en el "Journal of Happiness Studies" ("Revista de los estudios sobre la felicidad"), una publicación multidisciplinar que existe desde 2000, el investigador se pregunta si el buen humor tiene un impacto en la esperanza de vida. El resultado tiene matices. En general, "la felicidad no retarda la hora de la muerte" en los enfermos, pero protege de las enfermedades a las personas que tienen buena salud.
Así pues, indirectamente, un estado de ánimo feliz aumenta los años de vida.
La razón no está clara, pero una cosa es segura, explica el científico, sociólogo de formación: la gente feliz tiene tendencia a vigilar su peso y los síntomas de las enfermedades, a fumar menos y a beber menos alcohol.
Normalmente son personas más dinámicas, más abiertas al mundo, confiadas, y con más relaciones sociales.
"Un estado de tristeza crónica crea una reacción del tipo 'combate o huida' ("fight or flight"), y este tipo de reacción es conocida por generar, a largo plazo, efectos negativos como una tensión arterial alta y bajas defensas inmunitarias", escribe.
Las investigaciones sobre la felicidad son muy reducidas: existen actualmente muy pocos estudios sobre el impacto del medio profesional, las condiciones de la vivienda o la escolaridad.
Tampoco existe un sistema "de consejos o de asistencia para conseguir una vida mejor", como destaca Veenhoven, que concluye: "Es una sorprendente falta del mercado, dada la cantidad de gente que tiene el sentimiento de que podría ser más feliz".
El profesor Ruut Veenhoven, de la Universidad Erasmo de Rotterdam, afirma que para vivir mejor, ser feliz es tan eficaz como dejar de fumar, puesto que la felicidad es susceptible de alargar la vida entre 7,5 y 10 años.
Este estudio, realizado a partir de unos 30 informes de diferentes países, se suma a otras investigaciones, especialmente económicas, que intentan comprender lo que nos hace felices, y por qué las riquezas materiales no conllevan la felicidad. Se crea así un nuevo ámbito en la investigación que algunos economistas llaman "hedónico".
"Esto permite a los economistas pensar en el concepto de 'vida' en términos más complejos. Es hora de acabar con la pregunta de '¿qué compró?' y empezar por '¿vive usted bien?'", escribió Bill McKibben, en un libro publicado en 2007, "Deep Economy: The Wealth of Communities and the Durable Future" ("Economía profunda: la riqueza de las comunidades y el futuro sostenible").
Según esta corriente de economistas, a partir de un poder adquisitivo de 10.000 dólares (6.700 euros) anuales, el aporte en "cantidad de felicidad" de las condiciones materiales crece mucho menos. La felicidad se nutre entonces de otras circunstancias como la amistad, la pertenencia a una comunidad, la libertad, la democracia o las instituciones equitativas y eficaces.
En el estudio de Ruut Veenhoven, publicado en el "Journal of Happiness Studies" ("Revista de los estudios sobre la felicidad"), una publicación multidisciplinar que existe desde 2000, el investigador se pregunta si el buen humor tiene un impacto en la esperanza de vida. El resultado tiene matices. En general, "la felicidad no retarda la hora de la muerte" en los enfermos, pero protege de las enfermedades a las personas que tienen buena salud.
Así pues, indirectamente, un estado de ánimo feliz aumenta los años de vida.
La razón no está clara, pero una cosa es segura, explica el científico, sociólogo de formación: la gente feliz tiene tendencia a vigilar su peso y los síntomas de las enfermedades, a fumar menos y a beber menos alcohol.
Normalmente son personas más dinámicas, más abiertas al mundo, confiadas, y con más relaciones sociales.
"Un estado de tristeza crónica crea una reacción del tipo 'combate o huida' ("fight or flight"), y este tipo de reacción es conocida por generar, a largo plazo, efectos negativos como una tensión arterial alta y bajas defensas inmunitarias", escribe.
Las investigaciones sobre la felicidad son muy reducidas: existen actualmente muy pocos estudios sobre el impacto del medio profesional, las condiciones de la vivienda o la escolaridad.
Tampoco existe un sistema "de consejos o de asistencia para conseguir una vida mejor", como destaca Veenhoven, que concluye: "Es una sorprendente falta del mercado, dada la cantidad de gente que tiene el sentimiento de que podría ser más feliz".
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