domingo, 13 de diciembre de 2009

UN AMOR QUE MUEVE EL SOL Y LAS ESTRELLAS


La contemplación y estudio del espacio, se ha tornado cada vez más fascinante. Aunque los mejores telescopios sólo alcanzan a vislumbrar una mínima fracción del universo, se ha podido descubrir que existen una cantidad innumerable de galaxias, cada una de las cuales está constituida a su vez por millones y más millones de astros.

A su vez las galaxias están compuestas por sistemas, con una estrella central y una cantidad de planetas, satélites, asteroides y cometas que giran en torno de ellas. Nuestro planeta Tierra, junto con Neptuno y otros planetas, pertenece al sistema solar.

En una aventura espacial sin precedentes, en agosto de 1989 el explorador del espacio Voyager II logró cumplir su gigante travesía hasta el planeta Neptuno. El recorrido del Voyager II fue de más de 6.000 millones de kms. por una ruta única, a fin de visitar cuatro de los planetas externos de nuestro sistema solar: Júpiter, Saturno, Urano y el aún más lejano, Neptuno.

El Voyager II ha enviado datos científicos que totalizan más de 5 billones de unidades, suficiente para llenar 6.000 colecciones de la Enciclopedia Británica. La asombrosa exactitud del proyecto se realza al saber que el Voyager II siguió una trayectoria diseñada por computadora y meticulosamente planeada por varios años y después de recorrer seis mil millones de kms. hasta Neptuno, se había desviado apenas unos 35 kms.

Impresiona en todo esto la inconcebible vastedad del espacio. El viaje del Voyager II fue relativamente corto, a pesar de ir a una velocidad de 97.600 kms. por hora. Apenas alcanzó a tocar una esquinita del universo. Los científicos predicen que el Voyager II, mientras continúe en el espacio, llegará a la estrella Ross 248 alrededor del año 42.000. Dentro de 296.000 años se estará acercando a Sirio, la conocida estrella del Can mayor. ¡296.000 años a 97.600 kms. por hora, sólo para asomarse al vecindario de la estrella más cercana!

En medio de los notables logros y descubrimientos científicos, ¿olvidamos tal vez el Poder que puso allí estos planetas? El Voyager II fue una tremenda hazaña. Pero ciertamente fue más grande el acto de colocar en órbita esos inmensos planetas. ¿Cómo fueron formados? ¿Qué fuerza los mantiene firmes en el espacio? ¿Quién creó todo esto?

La respuesta la encontramos en el primer versículo de la Biblia, que dice: “En el principio creó Dios los cielos y la tierra” (Génesis 1:1). ¿No es claro esto? Dios lo creó todo. Todos nuestros planetas, nombrados arbitrariamente en honor de dioses paganos _ Mercurio, Júpiter, Neptuno _ fueron creados por la palabra poderosa del Dios infinito.

Los milagros humanos de exploración espacial sólo sirven para exaltar el milagro más grande de la historia, la creación descrita en el génesis. Este maravilloso universo, con sus estrellas, constelaciones y galaxias, cuyo tamaño se mide en incontables años luz, señala a un Creador. El hecho de que las órbitas estelares sean matemáticamente exactas, no sólo en cuanto a su recorrido, sino a su velocidad y su precisión, nos habla de un Dios que no sólo creó las estrellas y los planetas, sino que los dirige en sus órbitas con un orden admirable. Revela orden, inteligencia, designio y poder extraordinarios.

En forma jubilosa declaró el salmista David: “Los cielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus manos” (Salmos 19:1). O sea que el espacio estelar revela el carácter y la naturaleza de Dios. El universo infinito, tanto en el tiempo como en el espacio, proclama a un Dios que no comenzó nunca, ni jamás va a terminar. Es eterno. Y a semejanza del universo que es infinito en el espacio, el Creador del universo es omnipresente. Él llena los cielos y la tierra. Y por encima de todo, la belleza, permanencia y armonía del universo nos hablan de un Dios infinitamente sabio y bondadoso. Sí, el amor de Dios es el que mueve el sol y las estrellas.


Dr. Milton Peverini García

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