miércoles, 3 de diciembre de 2008

CORAZÓN NUEVO

Una niña de 9 años estaba conectada a una máquina para poder sobrevivir a una insuficiencia cardiaca. Necesitaba urgentemente un donante de corazón, de lo contrario moriría. Cada día que pasaba su estado se deterioraba más y más. Era prioridad número uno en el país para un transplante. Las esperanzas se agotaban, hasta que surgió un donante. Era un joven de 16 años que había muerto de un aneurisma cerebral. El había manifestado en vida, a sus padres, su deseo de ser donante en caso que algo malo le ocurriera. La operación fue un éxito y la niña pudo ser transplantada de corazón. Aquel joven dio vida no solamente a aquella niña, sino que también a otras personas, porque sus padres donaron todos sus órganos. Los receptores de los órganos y sus familiares, estaban muy felices y agradecidos a ese joven y a su familia, que con su muerte les dio la posibilidad de seguir con vida.
Dios nos dice en su Palabra: “Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne. Y pondré dentro de vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en mis estatutos y guardéis mis preceptos, y los pongáis por obra” (Ezequiel 36: 26,27). El promete sacar ese corazón enfermo, que solo busca y desea hacer el mal y nos lleva a la muerte, y pondrá, dentro de nosotros, un corazón que ame de verdad, que se compadezca de los demás, que no sea indiferente al sufrimiento de su prójimo y que ame hacer el bien. Un corazón que busque a Dios y no que se esconda de Dios. Un corazón espiritual y no carnal. Sacará ese corazón de piedra, endurecido por el pecado, y pondrá un corazón de carne, que sea sensible a la voz del Espíritu Santo. “Dame hijo mío tu corazón y miren tus ojos por mis caminos” (Proverbios 23: 26). “Pero este es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice Jehová: Daré mi ley en su mente, y la escribiré en su corazón; y yo seré a ellos por Dios, y ellos me serán por pueblo” (Jeremías 31: 33). Pero para eso, Alguien tenía que morir. Jesús murió para que sea posible ese cambio y darnos la vida eterna. Ahora hay esperanza.

No hay comentarios:

Publicar un comentario