Por Patricia Pagano,
asesora pedagógica de la Unión Uruguaya.
Nos parece que la educación ha
olvidado las emociones y la creatividad para centrarse exclusivamente en los
aspectos racionales y científicos. En la práctica, los docentes suelen
descuidar los contenidos del área artística en sus planificaciones. La percepción
generalizada de la comunidad educativa para el desarrollo de los alumnos es dar
mayor importancia a las áreas instrumentales. Sin embargo, múltiples
investigaciones han establecido una estrecha relación entre el arte y el
desarrollo de habilidades cognitivas de todas las áreas.
El profesor e investigador de Harvard, Howard
Gardner, célebre por su teoría de las inteligencias múltiples,
sostiene que un buen sistema educativo tiene que alimentar y fomentar todas las formas de inteligencia, incluidas las relacionadas
con el arte. Caso contrario, descuidaría parcelas fundamentales del potencial
humano y frenaría el desarrollo cognitivo de los niños.
El fundamento filosófico de la
Educación Adventista enfatiza que la estética forma parte de una pedagogía redentora
y restauradora. Todo lo que existe fue creado por Dios, y la creatividad es una
característica divina otorgada al ser humano en la Creación. Es decir que la
estética fue inculcada por Dios en el ser humano, al crearlo a su imagen y
semejanza.
Somos seres estéticos. No
solamente apreciamos la belleza, sino que disfrutamos creando cosas bellas.
Lamentablemente, el pecado distorsionó esta capacidad. Pero la función
redentora de la educación tiene como cometido crear espacios y un ambiente
escolar que fomente la estética redentora, para propiciar la restauración del
carácter divino.
Las Escrituras enseñan que:
·
La
belleza tiene su origen en Dios. No necesita ser justificada, simplemente
disfrutada.
·
No es
preciso que el arte siempre sea bello. La Biblia presenta lo bueno y lo malo,
lo bello y lo feo; por lo tanto, el arte puede reflejar este conflicto.
·
La
estética influye en la ética. «Lo que leemos, vemos, escuchamos y tocamos tiene
un efecto en nuestras vidas diarias. Por lo tanto, la estética está en el mismo
centro de la vida cristiana. Este impacto de la estética es medular, porque el
trabajo último y el fin del arte cristiano es la vida cristiana totalmente
desarrollada en toda su belleza y simetría.» (G. Knigth, p. 202).
Si incluimos el arte y la
creatividad en nuestras propuestas educativas estaremos aportando una educación
para la vida que tiene en cuenta la complejidad y apunta al ideal del
desarrollo integral del educando. La experiencia destaca lo beneficioso de
incluir contenidos de las áreas artísticas con otras materias curriculares en
unidades, secuencias y proyectos. El entusiasmo y disfrute que genera aprender
geometría con una obra de Kandinsky o escribir un texto explicativo destacando
la belleza y complejidad de una flor promoverá la atención y, por lo tanto, el
aprendizaje. El arte es disfrutable y genera un entusiasmo difícil de igualar
en el salón de clases.
Es hora
de que los docentes seamos creativos para descubrir maneras de incorporar la
literatura, la música, la expresión corporal y las artes visuales en los
proyectos escolares. Esta metodología de trabajo es una muy buena opción,
porque fomenta más el trabajo cooperativo, la reflexión y la autoevaluación que
los enfoques tradicionales. Al incorporar el arte, añadimos motivación
intrínseca en el alumno.
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