martes, 21 de agosto de 2007

Devolver bien por mal

En el primer año de la universidad, la asignatura más complicada que teníamos era anatomía humana. Era difícil ponerse al día si uno faltaba a una clase, porque todos los compañeros tenían unos apuntes ininteligibles, ya que el profesor hablaba muy rápido y era muy enredado para explicar todos esos nombres extraños para referirse a las distintas partes del cuerpo. Por eso es que, al salir del vestuario, después de una clase de baloncesto y encontrarme con un cuaderno de anatomía de uno de mis compañeros, era algo que, sin duda, tenía que devolver; a pesar que uno de mis compañeros me dijo: “Hazlo tira ese cuaderno”. Sucede que pertenecía a Alejandro, un líder negativo que, junto a otros dos alumnos, siempre andaban burlándose y molestando a los demás, especialmente a mí. Siempre se mofaban y me molestaban bastante, y yo con paciencia pasaba por alto sus burlas. Pues bien, siempre en primer año de universidad hay gente así, que se dedica más a otras cosas que a estudiar. Ninguno de los tres se graduó al final, pero ahí estaban en primer año, jugándose su opción. Yo no dudé en alcanzar al compañero que se marchaba y ya iba como a treinta metros. Era la primera vez que me dirigía hacia el para hablarle. Lo alcancé y lo llamé por su nombre, cosa rara para él, ya acostumbrado a poner y recibir sobrenombres. “Alejandro”, le dije. Él se detuvo, se dio media vuelta para escucharme. “Se te quedó tu cuaderno en el camarín”. Le dije, y se lo entregué. Se quedó sorprendido mirándome y me dijo: “Gracias”. No había rencor en mi, ni ánimo de venganza, a pesar de sus muchas burlas, y allí quedó demostrado. Le devolví bien por mal. Se alejó pensativo, ese compañero y nunca más me volvió a molestar ni él ni sus amigos.

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