miércoles, 27 de junio de 2007

APRENDER A PENSAR



Damos por supuesto que el hombre es un animal pensante. Pero existe un mundo de diferencia entre lo que puede ser llamado pensamiento natural y aquel deliberadamente desarrollado y entrenado.

Por otra parte, dada una misma herencia racial, el desarrollo de las posibilidades connaturales depende del empleo que cada cual dé a sus recursos. Un empleado puede convertirse en un ingeniero de primer orden; sus dotes hereditarias pueden permitirlo perfectamente. Pero en la ausencia de un desarrollo y entrenamiento adecuados, su capacidad potencial nunca se hará realidad. Lo mismo es con el pensamiento.

Hay dos tipos de entrenamiento que tienen el efecto de desarrollar y realizar una determinada capacidad hereditaria para pensar: el adiestramiento accidental y aquel debido a un proyecto deliberado. Supongamos, por ejemplo, que dos muchachos con la misma capacidad pensante potencial son colocados, el uno como ascensorista y el otro como aprendiz de ingeniero. Es obvio que este último tendrá que desarrollar más su capacidad pensante que el primero, por la sola condición de tener que adaptarse a su trabajo. Potencialmente son iguales, comienzan nivelados. Pero debido al hecho de que las circunstancias apremian a uno de ellos, pero no al otro, a desarrollar su potencialidad y realizarla, él parece ser, y es, un mejor pensador, es decir, más humano.

Podemos llevar esta idea aún más lejos. La gran mayoría de la gente tiene grandes potencialidades de pensamiento, mucho más allá de lo que comúnmente se sospecha: pero muy rara vez se dan las circunstancias a su alrededor de tal manera que necesiten actualizarse, así la gran mayoría muere sin darse cuenta de más que una fracción de sus poderes innatos. Los que han nacido para ser millonarios viven y mueren en la pobreza por la carencia de circunstancias que los habrían compelido a convertir su pasivo en activo.

Aprender a aprender..., enseñar a pensar..., enseñar a aprender... y también algunos dirían... aprender a enseñar... Son frases que están en boca de mucha gente dentro de este mundo educativo que nos rodea.

Últimamente se descubre que la verdadera función de la escuela es la de transmitir una habilidad que sintetice todas las demás funciones que le son propias: pensar. Después, y dependiendo del estilo y formación del interlocutor, se añaden otros complementos al verbo pensar: "creativamente", "críticamente" o "autónomamente".Pero, si tratamos de entender y comprender qué es esto de pensar y por qué razón es ahora el centro de la educación, los argumentos no acostumbran a ser, ni creativos, ni tan solo críticos, ni mucho menos autónomos... No se trata, pues, de técnicas de estudio con efectos especiales, sino de construcción del pensamiento. Por tanto, no es lícito reducirlo todo a una cuestión de procedimientos milagrosos, a no ser que lo que se quiera sea adaptar la cabeza de los alumnos a las rutinas de una función docente predeterminada. "En la escuela, a menudo... lo único que se aprende es a ser alumno ..."... como si todo el proceso de la escolaridad obligatoria se volviera un acto de amaestramiento socializado continuo y permanente, adornado con ciertos contenidos disciplinarios más o menos contextualizados. Y es que... si la escuela no es capaz de enseñar a pensar, es que realmente no es escuela. Y enseñar de verdad no es limitarse a impartir y repartir ... paquetes de información y, de tanto en tanto, controlar... su ingestión.

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