Cuando aún era un niño, los padres de Winston Churchil llevaron a su hijo de vacaciones al campo. Junto con otro niño, Winston fue a nadar. Se sumergió en la pileta y se hubiera ahogado si el hijo del jardinero no se hubiese arrojado a fin de rescatarlo y llevarlo a un lugar seguro.
Los Churchil quisieron recompensar al salvador del pequeño y le preguntaron a sus padres qué podían hacer por él. El padre del muchacho dijo que su hijo quería ir a la universidad para ser médico. Los Churchil ofrecieron pagarle el programa de estudio.
Años más tarde, Churchil se encontraba gravemente enfermo de neumonía. El rey de Inglaterra emitió ordenes para que fuera atendido por el mejor médico que pudieran encontrar. El médico elegido fue el Dr. Fleming, el inventor de la penicilina; remedio que curaría la neumonía, entre otras enfermedades: la misma persona que años atrás había salvado a Winston de morir ahogado.
Con agradecimiento, Churchil reconoció: “Es muy raro que un hombre pueda deberle la vida dos veces al mismo salvador”.
Cristo nos rescató de las profundidades del pecado, y también nos libera de los efectos del pecado por su gracia salvadora. No solo perdona nuestros pecados, para no morir ahogados por ellos, sino que también nos da el poder para vivir una vida libre de la enfermedad del pecado. Seamos francos con nosotros mismos; no debemos nuestra vida una o dos veces, sino completa y totalmente a la virtud salvadora de Jesucristo.
Los Churchil quisieron recompensar al salvador del pequeño y le preguntaron a sus padres qué podían hacer por él. El padre del muchacho dijo que su hijo quería ir a la universidad para ser médico. Los Churchil ofrecieron pagarle el programa de estudio.
Años más tarde, Churchil se encontraba gravemente enfermo de neumonía. El rey de Inglaterra emitió ordenes para que fuera atendido por el mejor médico que pudieran encontrar. El médico elegido fue el Dr. Fleming, el inventor de la penicilina; remedio que curaría la neumonía, entre otras enfermedades: la misma persona que años atrás había salvado a Winston de morir ahogado.
Con agradecimiento, Churchil reconoció: “Es muy raro que un hombre pueda deberle la vida dos veces al mismo salvador”.
Cristo nos rescató de las profundidades del pecado, y también nos libera de los efectos del pecado por su gracia salvadora. No solo perdona nuestros pecados, para no morir ahogados por ellos, sino que también nos da el poder para vivir una vida libre de la enfermedad del pecado. Seamos francos con nosotros mismos; no debemos nuestra vida una o dos veces, sino completa y totalmente a la virtud salvadora de Jesucristo.
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