El primer fenómeno que destacamos, es el movimiento que existe en todo el orden natural. Desde los mundos que vuelan vertiginosamente en el espacio, hasta la hierba que crece insensiblemente bajo nuestros pies, nada está inmóvil o inerte. Todo se mueve en una o en otra dirección. ¿Cómo y cuando comenzó el movimiento? ¿Quién dio a los átomos el impulso para formar la materia? ¿Quién imprimió a los astros y planetas el fantástico movimiento que los sostiene en el espacio sideral?
La segunda realidad asombrosa, es un misterio aún superior al movimiento. Ese algo misterioso se llama vida. Nunca se ha podido analizar la vida. Nadia ha podido encontrarla en las probetas de un laboratorio. Los químicos nunca han encontrado su origen. Aunque el ser humano ha construido maquinarias extraordinarias, ningún sabio ha podido generar la vida en la más pequeña y simple de las semillas. ¿Qué es la vida? ¿De dónde procede? ¿Cuándo comenzó a manifestarse sobre la tierra?
Existe, además, un tercer fenómeno fundamental, que junto con el movimiento y la vida son pruebas innegables de la existencia de Dios. Este fenómeno extraordinario es la facultad que tiene el ser humano de pensar. ¿Qué es el pensamiento? ¿Cuál es su origen? ¿Cómo se explica su existencia en un mundo simplemente material? Hasta donde se conozcan las propiedades de la materia, ésta no es capaz de pensar. Ninguna roca, ni un libro, ni un papel, ni cualquier otro objeto, han manifestado jamás la capacidad de pensar. Sólo el hombre tiene la facultad de razonar y de actuar de forma inteligente. Sólo él establece sistemas filosóficos, idealiza, crea, inventa. ¿De dónde obtuvo esta facultad extraordinaria? Hay una sola respuesta. La única explicación lógica y posible es que el ser humano recibió la luz de la razón de un Ser inteligente y superior. Y ese ser es el Dios Creador que hizo al hombre a su imagen y semejanza.
El Supremo Creador manifiesta su amor y poder en todo el universo: en el espacio infinitamente extenso, donde se mueven estrellas y planetas y también en los 30 trillones de minúsculas células que componen el ser humano. Él está dentro y fuera de nosotros. Él es el origen de todas las cosas, es la Causa Primera, el Arquitecto y Diseñador.
Pero además de ser el Creador, Dios es el amante Padre celestial. En virtud de su amor, él sostiene nuestro mundo y el universo entero, a fin de asegurar la subsistencia y el bienestar de sus criaturas. De este Padre bendito, Jesucristo dijo que: “hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos”. (S. Mateo 5:45).
La grandeza del amor del Dios omnipotente, el Creador y Sustentador de todo, el Magnánimo Padre Celestial, alcanza su expresión infinitamente sublime y misteriosa, en la verdad que fluye de las siguientes palabras del Evangelio: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, más tenga vida eterna”. (s. Juan 3:16).
Dr. Milton Peverini
Existe, además, un tercer fenómeno fundamental, que junto con el movimiento y la vida son pruebas innegables de la existencia de Dios. Este fenómeno extraordinario es la facultad que tiene el ser humano de pensar. ¿Qué es el pensamiento? ¿Cuál es su origen? ¿Cómo se explica su existencia en un mundo simplemente material? Hasta donde se conozcan las propiedades de la materia, ésta no es capaz de pensar. Ninguna roca, ni un libro, ni un papel, ni cualquier otro objeto, han manifestado jamás la capacidad de pensar. Sólo el hombre tiene la facultad de razonar y de actuar de forma inteligente. Sólo él establece sistemas filosóficos, idealiza, crea, inventa. ¿De dónde obtuvo esta facultad extraordinaria? Hay una sola respuesta. La única explicación lógica y posible es que el ser humano recibió la luz de la razón de un Ser inteligente y superior. Y ese ser es el Dios Creador que hizo al hombre a su imagen y semejanza.
El Supremo Creador manifiesta su amor y poder en todo el universo: en el espacio infinitamente extenso, donde se mueven estrellas y planetas y también en los 30 trillones de minúsculas células que componen el ser humano. Él está dentro y fuera de nosotros. Él es el origen de todas las cosas, es la Causa Primera, el Arquitecto y Diseñador.
Pero además de ser el Creador, Dios es el amante Padre celestial. En virtud de su amor, él sostiene nuestro mundo y el universo entero, a fin de asegurar la subsistencia y el bienestar de sus criaturas. De este Padre bendito, Jesucristo dijo que: “hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos”. (S. Mateo 5:45).
La grandeza del amor del Dios omnipotente, el Creador y Sustentador de todo, el Magnánimo Padre Celestial, alcanza su expresión infinitamente sublime y misteriosa, en la verdad que fluye de las siguientes palabras del Evangelio: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, más tenga vida eterna”. (s. Juan 3:16).
Dr. Milton Peverini
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