miércoles, 28 de marzo de 2007

EL EJEMPLO DE LOS HUNZAS




Los Hunzas son un pueblo que vive en el Himalaya, en el extremo norte de Pakistán, cerca de la frontera china, y se halla rodeado por algunos de los macizos montañosos más altos de la tierra: el Hindu Kush y el Karakorum. Viven separados por montañas de hasta 7000 mts. de altura. Está atravesada por ríos, afluentes todos del gran río Indo, que forman valles muy profundos. Las laderas de las montañas han sido acondicionadas por sus habitantes con terrazas para el cultivo de cereales y de árboles frutales, especialmente albaricoqueros.

Se trata de una región remota, enigmática y legendaria, por la gran longevidad que alcanzan sus habitantes. Su aislamiento geográfico ha permitido la pervivencia de unos hábitos de vida muy sanos y naturales, posiblemente desde hace varios milenios.

Varias tribus habitan en esa región y han vivido ignoradas por mucho tiempo. Cuando los ingleses colonizaron la India, enviaron a todas las provincias, médicos encargados de examinar el estado sanitario de los habitantes y de ofrecerles ayuda.

Así fue como un joven médico escocés, Mac Carrison, aceptó el puesto de Médico de Estado en la India. Se lanzó con ardor a una investigación relacionada con las enfermedades que prevalecían en el norte de Cachemira. Sus funciones lo llevaron con regularidad, durante 14 años, entre 1904 a 1918 a numerosas y reducidas poblaciones y los hunzas fueron una de ellas.

Estos individuos hicieron impacto en su subconsciente, por su hermosa conformación física, su gran capacidad de trabajo y su magnifica salud, pero como su curiosidad de médico se orientaba por completo a las enfermedades, ese pueblo le pareció el más insignificante, el menos interesante. Aparte de algunas fracturas, en efecto, jamás hubo nada que examinar o curar entre ellos.

En esos tiempos se ignoraba lo referente a los diversos grados de la salud y sus manifestaciones características. En ese entonces, como hoy en día, los médicos se preparan y conocen más de las enfermedades. Esa es su mayor preocupación. La salud era algo así como un estado sin alteraciones pronunciadas o perceptibles.

Muchos años después, sus trabajos científicos llevaron a Mac Carrison a preguntarse que era la salud. Entonces recordó a los hunzas y se dedicó a investigar las razones de su salud tan excepcional. Su estudio lo llevó a comprobar que los hunzas se encuentran exentos de enfermedades crónicas y oponen a sus infecciones una poderosa fuerza de reacción y defensa. Aparte de algunos accesos de fiebre, breves y violentos, y de vez en cuando algunas inflamaciones oculares, que aparecen al final del invierno, pasado en viviendas repletas de huno, Mac Carrison no pudo descubrir entre ellos enfermedad alguna.

La vejez no debilitaba su visión ni su audición, sus dientes de conservaban intactos, el corazón seguía siendo capaz de esfuerzos. La vida solo se extingue a una edad avanzada, sobre los 100 años, y se ve a muchos centenarios labrar los campos. La capacidad de los hunzas para el esfuerzo es notable. Ni la fatiga ni el miedo dan la impresión de existir para ellos. En la montaña son cargadores y corredores incomparables. Muestran siempre un buen estado de ánimo y las enfermedades mentales tampoco existen.

Tras un estudio profundo de todos los factores que pueden determinar ese estado de salud asombroso de los hunzas, herencia, raza, higiene, etc. Mac Carrison llegó a la conclusión de que el factor decisivo de la salud , el factor clave, debía ser buscado en la alimentación.

Al regresar a Inglaterra verificó durante varios años sus conclusiones, por medio de vastos experimentos con ratas. Dio a 1200 de estas la alimentación típica de los barrios bajos de Londres: pan blanco, platos dulces a base de harina blanca, confituras, carne, arenques (pez parecido a la sardina), conservas, golosinas y de vez en cuando un poco de legumbres cocidas. Encontró en estas ratas, después de un plazo más o menos prolongado, casi todas las enfermedades que existían en el hombre. Esos animales sometidos a la influencia de un régimen urbano, se volvían poco a poco irritable, agitados y agresivos. Algunos de ellos terminaron por devorarse entre sí. A otro grupo de ratas, Mac Carrison les suministró la alimentación típica de los hunzas. Estas ratas se mantuvieron exentas de enfermedades y entre ellas reinaba la paz y el entendimiento.

En 1934 y 1935, otro sabio, David Lorimer, se interesó por los hunzas. Era lingüista, y fue con su esposa a habitar durante 15 meses con los hunzas para estudiar su idioma y sus costumbres. Entre otras cosas informó que los hunzas viven de la agricultura y la ganadería. Su régimen alimenticio se compone en esencia de cereales y frutas, y en ocasiones de legumbres. La carne es magra y rara, los productos lácteos poco abundantes. Los cereales que cultivan son el mijo, el trigo y la cebada. Hay frutas en abundancia. Todos los frutos son secados para la temporada fría. También disponen de patatas, lentejas y otras legumbres, pero en cantidad limitada.

El invierno dura entre 4 y 6 semanas y se mantienen de las reservas almacenadas, y al comienzo de la primavera se alimentan de brotes, plantas del huerto y hierbas silvestres. Este período de privaciones en que comienzan a faltar los alimentos, al iniciar la primavera, coincide con la época de los grandes trabajos agrícolas. Las caras enflaquecen, las facciones se vuelven angulosas, y sin embargo, las personas se muestran activas, limpias, ordenadas y alegres. Esta subalimentación periódica y pasajera, ese ayuno relativo, no produce perjuicio alguno en la salud de este pueblo, sino todo lo contrario.

La longevidad y la notable salud de los habitantes del valle de Hunza, ha llamado la atención de diversos investigadores. Durante mucho tiempo, se pensó que esa longevidad extraordinaria era debida únicamente a factores genéticos. Pero, las interesantes investigaciones llevadas a cabo en ese pueblo, han demostrado que los factores ambientales desempeñan un papel mucho más importante que el de la herencia. Éstos son: alimentación básicamente vegetal, clima seco y soleado, y estilo de vida austero con abundante ejercicio físico.

Los doctores Toomey y White, destacados cardiólogos norteamericanos, visitaron esta región en 1964 y realizaron diversos estudios, que fueron publicados en el American Heart Journal. Refieren que los hunza llevan una dieta muy sobria, a base de frutas secas y desecadas, nueces, hortalizas diversas y cereales (cebada, trigo y mijo). Consumen un poco de leche de cabra, y tan solo comen carne de cordero una o dos veces al año, en las fiestas.

Después de estudiar a 25 hombres que tenían entre los 90 y los 110 años, los citados doctores concluyeron que todos ellos tenían un a presión arterial, un nivel de colesterol y un electrocardiograma normales. Entre los hunza no se conoce el cáncer, las enfermedades al corazón, la diabetes o el envejecimiento prematuro.

La alimentación básicamente vegetal, el ejercicio físico, la vida tranquila y el aire puro, parecen ser los secretos de la longevidad de los habitantes del valle de Hunza, según las investigaciones llevadas a cabo.

Lamentablemente, la salud de los hunza a cambiado en los últimos años, pues han llegado hasta ellos los “adelantos” de la civilización: conservas, dulces y productos refinados procesados industrialmente. Se han empezado a dar los primeros casos de caries y de enfermedades digestivas, antaño desconocidas. Pero, a pesar de todo, siguen siendo uno de los pueblos más longevos de la tierra.

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