lunes, 23 de abril de 2007

EL ARTISTA

Cuando el cincel abrió por vez primera el bloque de granito,

un hondo grito lanzó, como si fuera carne viva,

de aquella roca la partida entraña.


¡Piedad, Señor! ¿Qué saña, qué furia cruel y loca te anima contra mi?

¿Por qué me hieres?¿ Qué tengo yo contigo que me quieres?

En el regazo de mi madre roca, yo me hallaba feliz,

tranquila, y olvidada feliz en la inconciencia de mi nada,

y nada en lo feliz de mi inconsciencia.


Mas hoy, tu hierro en chispas encendido,

con que furor insano arranca trozos de mi pecho herido.

¡Aparta!¡Déjame! ¡Detén tu mano!

¡Un golpe! ¡Otro golpe!

¡Otro más! ¡Otro!¡Y otro!

¡Y otro todavía!

El Artista callaba y proseguía ...

Aunque tenía el corazón pungido,

por el dolor de aquella piedra que gemía...

Y así, bajo los golpes del constante cincel batido por el mazo,

fue abriendo aquel bloque como si fuera carne palpitante.


A cada golpe un fúlgido chispazo, a cada golpe un grito.


Un grito, y una forma que surgía del bloque de granito.


¡Martirizada gestación !¡Tormento hecho fecundo por milagrosa mano!

Que ora con vigorosa incisión o leve tocamiento,

iba sacando de la informe masa, conforme a sus designios inspirados,

aquí un suave contorno, allí una arista.


¡Dolor! ¡Cincel creador en manos del Artista!

Y así del bloque aquel surgió una forma en que alentó la vida.


En el pecho de la piedra pulso vivo, caliente, enternecido, al fin un corazón...

En los ojos de piedra, una caliente lágrima brilló ...

Y en los labios de piedra, agradecida, reverente, humilde,

tembló por fin la voz:

¡Perdóname, Divino Artista del amor y del dolor !...

¡Perdóname Señor! Yo no sabía...

El Artista callaba y sonreía.

Fuente: LA VOZ DE LA ESPERANZA

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