miércoles, 31 de enero de 2007

La Elección del Cónyuge

"Acepte la joven como compañero de la vida tan solo a un hombre de rasgos de carácter puros y viriles, a uno que sea diligente, lleno de aspiraciones, honrado, que ame y tema a Dios. Busque el joven como compañera que esté siempre a su lado a una que sea capaz de cargar con su parte de las responsabilidades de la vida, cuya influencia lo ennoblezca y le comunique mayor refinamiento, y que lo haga feliz en su amor" (White).

¿Goza de buena salud? ¿Fueron sanos sus padres? Este es un factor muy importante. Un cónyuge que a menudo está enfermo, que se gana la vida con dificultad, que engendra hijos enfermizos, que no soporta los cuidados del hogar y de la crianza de los hijos, es una tremenda desventaja para el hogar. Una pareja puede encontrar gozo y felicidad en el hecho de estar vivos y de gozar de buena salud. En ese caso tendrán mucho a su favor, porque al tener una actitud mental positiva y entusiasta producida por la buena salud, disminuirán las probabilidades de fracaso.

El desorden psíquico neutraliza y elimina la más sensible de todas las capacidades del ser humano; su capacidad de amar. El amor sólo es posible en un ser psicológicamente ordenado. En el desorden psíquico el amor se transforma en pasión. La pasión es violenta, autodestructora, agresiva, irresponsable. En ella la vida pierde su permanencia, su serenidad, su productividad y su sentido.

Sugiero a los que planean casarse y a los que ya están casados, que hagan todo el esfuerzo necesario para disfrutar de buena salud mediante un estilo de vida saludable: descanso apropiado, ejercicio moderado, alimentación equilibrada, abstinencia de todo lo perjudicial como alcohol, tabaco, drogas y alimentos inadecuados.

¿Es verdaderamente inteligente? ¿Puede discutir sin sentirse abrumado o irritado por una opinión contraria? ¿Acepta que se le muestren sus errores? ¿Escucha amablemente los consejos? Si puede responder afirmativamente es señal de que conoce sus limitaciones y sabe aprovechar la experiencia ajena.

¿Controla sus estados anímicos? ¿Es equilibrado, o se deprime fácilmente, se exalta o es exagerado en sus reacciones? Este es un elemento importante para la armonía familiar.

¿Es fiel? Si en el noviazgo verifica que no es fiel, hay muchas posibilidades de que más tarde suceda lo mismo.

¿Es optimista? El gozo y el entusiasmo son necesarios para la vida en común. Las dificultades no faltarán y si no se posee esas cualidades, el desaliento se instalará en la relación.
¿Es responsable? ¿sabe colaborar y hacer frente a sus responsabilidades? Si siempre echa la culpa a los demás y se lleva mal con su prójimo, si no logra terminar lo que emprende, su trabajo o sus estudios, es señal que usted tendrá que soportar todo el peso de las responsabilidades en el hogar.

¿Sabe manejar el dinero? ¿Es trabajador o depende de otros para su subsistencia? No hay que dejarse deslumbrar por los regalos, pueden ser expresión de verdadera generosidad, pero puede ser prueba de descuido financiero. Hay que ver si comprende las implicancias de las cargas financieras del hogar y si está dispuesto a procurar el interés general antes que el personal.

¿Tiene intereses, gustos e ideales comunes? Nos referimos al trabajo, al arreglo del hogar y las recreaciones. Habrá que trabajar juntos y eso supone gustos semejantes o complementarios en muchos aspectos de la vida. Se requiere un esfuerzo de adaptación.

¿Se siente bien en su compañía? Si este no es el caso, no armonizan ustedes. Corre el riesgo de sufrir más tarde. Su elección no debe ser una actitud de rebeldía contra su medio familiar o social.

¿Depende de sus padres psicológicamente y sentimentalmente? Puede que su pareja se sienta ligado a los padres, por causa de una dependencia que no facilitará la unidad conyugal. Lo que piensan los padres se opondrá a menudo a lo que piensa Ud.

¿Pertenece al mismo medio social, cultural, racial o nacional? La identidad del medio social de la pareja es una de las condiciones fundamentales de la felicidad conyugal. En una unión entre individuos del mismo ambiente, los hábitos, los gustos, las necesidades comunes, todo ese complejo de elementos bio-psicológicos imponderables que constituyen lo que se llama generalmente las costumbres, contribuyen a aumentar la armonía. Puede haber excepciones, pero en términos generales el ambiente social y el factor racial pueden ser un factor de perturbación en cierto medio social.

¿Tienen los mismos conceptos filosóficos o religiosos? Nuestra vida está influida por estos conceptos, que constituyen la base de nuestro comportamiento. En el aspecto espiritual, no hay que considerar solamente la identidad de fe o doctrina, sino el deseo de realizar una experiencia espiritual auténtica.

¿Acepta usted todos sus defectos? ¿Son graves o poco importantes? ¿Son leves o exagerados? Podría pensarse que con amor lo transformará, pero desgraciadamente, todavía no se ha encontrado la varita mágica que permita tal resultado, y si más tarde usted le reprocha sus defectos, se arriesgará a oírle decir: "Yo era así antes; no te obligué a que te casaras conmigo".

Amar no es "borrarse", es comprometerse, ser responsable, tener una actitud de cuidado. Amar es dejar de decir "yo" y aprender a decir "nosotros". Amar de verdad significa decir: "no te pondré condiciones", "te respetaré como persona". Implica lealtad, valoración y reconocimiento de la individualidad del cónyuge. Un adagio chino dice: "no camines delante de mí, no puedo seguirte. No camines detrás, no puedo ser tu guía. Camina a mi lado y seré tu amigo".

Según el siquiatra español Enrique Rojas, padecemos una suerte de "analfabetismo sentimental" que nos incapacita para el uso adecuado de nuestras emociones. La educación se ha preocupado casi exclusivamente de lo intelectual y la razón abstracta, desdeñando lo concerniente a la vida afectiva. Por eso fracasan las parejas, debido a la ignorancia para entender las leyes que rigen los sentimientos, especialmente aquellas relacionadas con el trato interpersonal. El remedio sería cultivar el "amor inteligente" para lograr la convivencia armoniosa y alcanzar el mimetismo en el sentir y en el hacer de la pareja. Las normas de la felicidad conyugal serían: la necesidad de fomentar lo positivo, utilizar palabras amables, poner buena cara, tratar a la pareja de forma casi excepcional, ser diplomático con ella o con él, elogiar al cónyuge con alguna frecuencia en público, ser espontáneo, natural, desarrollar la ternura en el trato y mantener siempre viva la llama del amor.

Las emociones representan la dimensión más íntima de la persona y reflejan como el yo vivencia el mundo: tristeza, esperanza, angustia, amor… Para ganar el respeto de los demás y el tuyo propio, aprende a expresar tus sentimientos. Es tu responsabilidad hacer saber cómo te encuentras y lo que esperas de los otros. Recuerda que de lo contrario no podrán adivinar qué necesitas. Si los guardas para ti estarás en una prisión, protegido de los peligros del mundo, pero al mismo tiempo impedido para disfrutar de su belleza.

Los sentimientos no expresados se somatizan, es decir, encuentran salida en forma de dolores de cabeza, alergias, asma, problemas reumáticos, etc. Abrirles las puertas favorece tu relación con los demás y es esencial para tu salud. La desinhibición emocional no significa descontrol. Sería un signo de inmadurez permitir que los sentimientos dominaran tu vida. Una cosa es reconocer que tienes miedo, y otra que ese temor te paralice.

La vida matrimonial y familiar es una escuela, quizás la más importante, donde nos desarrollamos, crecemos, maduramos y realizamos el aprendizaje del arte de las relaciones humanas, el más preponderante de los cuales constituye el arte de amar. Aprenderlo, ejercitarlo día y noche, ponerlo siempre en práctica, manteniéndolo fresco y lozano; este es el secreto del éxito conyugal.

El amor maduro implica un compromiso. Jeffrey Adams y Warren Jones, U. de Tennessee, descubrieron que la idea de compromiso en el matrimonio puede ser usada para describir tres dimensiones básicas:

1. Un componente de atracción, que está basado en la dedicación personal, la devoción y el amor.
2. Un componente moral, que está basado en un sentido del deber, integridad religiosa o responsabilidad social.
3. Un componente de coacción que está basado en el miedo por las consecuencias sociales, financieras o legales si la relación termina.

El amor posmoderno sólo tiene el primer elemento, carece de los dos siguientes, por lo cual, deja muy menguado el compromiso.

Desde el punto de vista jurídico, el matrimonio es un contrato donde cada uno de los contrayentes realiza un juramento de fidelidad al otro. Desde el punto de vista religioso, el casamiento es una institución divina. "El vínculo de la familia es el más estrecho, el más tierno y sagrado de la tierra. Estaba destinado a ser una bendición para la humanidad. Y lo es siempre que el pacto matrimonial sea sellado con inteligencia, en el temor de Dios, y con la debida consideración de sus responsabilidades" (White, El ministerio de curación). El matrimonio es una forma de honrar al otro miembro de la pareja, día tras día, como una expresión de su compromiso.

El amor es un acto de perdón eterno, una mirada tierna que se convierte en hábito. Amor sin perdón no es amor. El perdón no nace de una actitud sentimental, ni siquiera de una convicción intelectual; el perdón nace del amor y éste del Espíritu Santo.

El amor verdadero no es flor de un día. El amor no cambia, no depende de los estados de ánimo ni de sentimientos momentáneos. El amor es perseverante. Si en medio de la adversidad persevera el corazón, esto es amor.

Una pareja fue en su viaje de bodas al Caribe. Allí vivieron días felices y se hicieron mutuas promesas de amor. Un día, mientras caminaban por la playa y escuchaban el ruido apacible de las olas sobre los arrecifes se encontraron con una botella que contenía un mensaje. Decidieron hacer lo mismo.

Tomaron una botella y pusieron dentro de ella una declaración de amor. En esas líneas se resumía todo su amor. Pusieron su nombre y dirección y arrojaron la botella al mar.

Pasaron 30 años y un marinero encontró la botella en la costa de los Estados Unidos. El hombre quedo impresionado por esas líneas que el tiempo había conservado como mudo testimonio de amor.

El hombre que encontró el mensaje decidió hacer algo más. Vio la dirección y como estaba en una ciudad cercana decidió viajar y llevar la botella; pensó que sería un grato recuerdo para los dos amantes que declararon así su amor al comienzo de su unión.

Cuando dio con la dirección se encontró con una mujer de unos 50 años. Al mencionarle el motivo de su visita, la mujer se sonrió sarcásticamente y dijo: "Guárdesela, no la quiero. Eso fue una ilusión. El y yo estamos divorciados desde hace más de 20 años".

Pero el amor no termina así. El amor perdura en el tiempo. El amor no cambia. ¡Qué hermoso habría sido entregar el mensaje a dos personas que aún continuasen amándose!

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