miércoles, 24 de enero de 2007

PAREJA COMO SISTEMA


Es en este nivel donde se encuentran las raíces más profundas de la necesidad de establecer una relación. Cada uno involucra el deseo y la capacidad para emprender una acción necesaria, a fin de alcanzar lo que quiere: ¿cuánta tolerancia hay frente al trato íntimo?, ¿cómo aflora la necesidad de poder?, ¿cuál es la vivencia íntima del rol sexual?, ¿cómo está su autoestima? Normalmente la insatisfacción de las expectativas inconscientes, tienden a provocar reacciones emocionales que confunden y perturban a la pareja.

Al tomar en cuenta, en consejería, estos tres niveles: lo expresado, lo no expresado y lo que no está consciente, permite ir aclarando, cuál es el punto medular de conflicto de ambos cónyuges.

PAREJA COMO SISTEMA

Es necesario mirar y analizar a la pareja como un sistema, que está inserto en otros sistemas, el laboral, familiar, escolar, etc. Se contempla no sólo los propósitos y objetivos individuales, sino también las necesidades que surgen de lo biológico, del ambiente familiar, cultural, y las provenientes de focos externos al problema conyugal y que son síntomas del problema central.

Cuando se producen cambios en las necesidades y/o expectativas de la pareja, también se produce un cambio en sus contratos. Entran a jugar otras variables en la relación. Generalmente, cuando estos cambios no son recibidos o percibidos por el otro cónyuge, estamos frente a la presencia de conflicto, y la relación se ve alterada.

El contrato de interacción marital, comienza en el mismo momento en que se inicia la relación, es aquí donde se ponen todas las necesidades y expectativas de ambos en juego, y se empieza a elaborar un contrato en conjunto. Es importante, en consejería, analizar algunos puntos clave de esta interacción. Ver cómo se desarrollan las áreas de:

a)Interdependencia: Cuánto son capaces de relacionarse mutuamente sin caer en extremos de dependencia o independencia.
b)Actividad y pasividad: Se refiere al deseo y capacidad de la pareja, para emprender una actividad, con el fin de lograr los objetivos que se han fijado.
c)Grado de íntimidad y/o distanciamiento que establece la pareja: ¿Cuánta comunicación existe? ¿qué distancia emocional requiere cada cónyuge para poder relacionarse en forma abierta, clara, congruente y en forma honesta?
d)Relación de poder: Cómo comparten el poder, cómo lo utilizan, si lo hacen en forma directa o indirecta, si delegan o abdican.
e)Identidad sexual de cada uno en la pareja: Vivencia íntima del rol sexual. Actitudes que toman para asegurar su rol sexual. ¿Cuán seguros se sienten en sus roles femenino o masculino?
f)Estilos cognitivos de la pareja: Cómo se selecciona la información entregada por el cónyuge, cómo la procesa y comunica al otro. Si hay discrepancia entre la percepción sensorial y los procesos de pensamiento, nos encontramos frente a un conflicto de pareja.

Desafío de ser uno y ser pareja

Equilibrar, repartir el poder, en términos de quién asume y de cuanta participación le corresponde al hombre y a la mujer en las decisiones familiares, es uno de los tantos desafíos que debe enfrentar la pareja cuando contrae matrimonio. Generalmente se les presentan tres opciones: vivir como uno solo, convivir como dos casados – solteros o mantener la propia individualidad y al mismo tiempo llevar una vida en común.

Vivir como uno solo significa no sólo pertenencia, sino además interdependencia. Son personas que no pueden ir a ninguna parte solos, y les cuesta disfrutar de cualquier actividad en que no participen como pareja. Ninguno de los dos puede vivir sin el otro. Se produce una situación de absoluta dependencia, que termina por asfixiar a alguno de sus componentes, o entrar en una competencia enfermiza, que obliga a buscar una salida a través de violencias, infidelidades, separaciones, etc.

Los casados solteros o independientes, encuentran muy poco en común, excepto sus cuerpos, el presupuesto, y el techo que los protege. Falta la ternura y el tiempo compartido. Los hijos son un problema en estos matrimonios, ya que la necesidad de independencia de los cónyuges, no es compatible con la familia. La relación no es lo suficientemente profunda para ser duradera. Tarde o temprano uno de los dos comienza a sentirse usado.

Existe una tercera opción, que es vivir en intimidad sin perder la propia individualidad. Para lograr este tipo de relación, es necesario equilibrar “los poderes” según las necesidades de cada uno de los integrantes de la pareja.

Antes del matrimonio, tanto el hombre como la mujer sustentan el 100% del poder. Son libres para elegir sobre su forma de vivir. Al llevar una vida en común existe el mismo 100%, pero ahora es necesario repartirlo y distribuirlo entre dos personas. Distribuir el poder no es tarea fácil. Es importante que durante el noviazgo la pareja converse sobre el tema en profundidad y muy honestamente, y que lo siga haciendo durante el matrimonio. El matrimonio no es un proceso estático, por el contrario, es un proceso dinámico, durante el cual surgen nuevas expectativas y necesidades, que hace muchas veces necesario una redistribución de los poderes. La relación matrimonial dependerá, en gran medida, de la opción que tome la pareja al inicio de su relación, ya sea en la etapa del noviazgo o en los primeros años del matrimonio.

Ahí está el reto para el ajuste matrimonial: ¿Cómo pueden dos personas diferentes, cada una acostumbrada a estar a cargo de su propia vida, aprender a asumir y a ceder, sin estar unidas totalmente o dominadas por la otra? ¿Cómo pueden dos personas llegar a estar de acuerdo con solamente 100% del poder para ambos?

El matrimonio no es la suma del yo y el tú, sino es mucho más y algo diferente: es “nosotros, compartiendo lo tuyo y lo mío”.

No se puede llegar a acuerdos arbitrarios sobre el control, ya que el control que necesitamos y deseamos, proviene de nuestra propia identidad, que incluye, quienes somos, qué somos, qué nos está pasando. Las áreas vitales, en el orden que surgen en los primeros años de matrimonio, son: sexo, presupuesto y cuestiones de dinero, hijos, religión, parientes sanguíneos y políticos, amigos, distracciones y uso del tiempo libre. Estos son los aspectos que más afectan a los recién casados, en cuanto a tomar decisiones, y que pueden afectar profundamente la relación de pareja.

Por ejemplo, si la mujer siente que las relaciones sexuales en su vida de casada deberían ser dos o tres veces a la semana, y el hombre siente que lo ideal sería todos los días, se presenta un conflicto bastante significativo, tanto de expectativas como de intensidad.

Si los deseos de la mujer son considerados, tendría 100% del poder, en este aspecto, y el marido 0%. Por lo tanto, la pareja tendría que considerar un acuerdo de 100 a 0. ¿Sería esto adecuado y deseable? Otros ejemplos de distribución del poder respecto al sexo incluye aspectos como ¿quién toma la iniciativa en la relación sexual? ¿Quién decide qué es aceptable o no al tener relaciones sexuales? ¿Quién decide el lugar? ¿quién decide cuánto sobre este tema se puede conversar con otros?

Poder con respecto a sexo, presupuesto e hijos, son aspectos profundos e importantes, que se deben trabajar antes de casarse y durante los primeros años de matrimonio. Con el transcurso de los años aparecen otros puntos. Tal vez, el más difícil y complicado es el de las distracciones y uso del tiempo. Durante el período romántico, la pareja desea estar juntos la mayor parte del tiempo. Pero, eventualmente, la necesidad de estar separados se equilibra con la necesidad de intimidad, hasta que el estar solo o con otra gente se hace necesario. En otros momentos, estar juntos y compartir es importante: intimidad y separación. Las necesidades aparecen en la categoría de actividades y uso del tiempo. Aquí es probablemente donde se toman importantes acuerdos de ajuste matrimonial. Por ejemplo: ¿Está bien que yo juegue al fútbol los fines de semana? ¿Puedo salir al teatro con mis amigas los martes por la tarde? etc.

La pareja, una relación satisfactoria

La relación de pareja es un proceso en continua transformación, que cambia de acuerdo a las situaciones y etapas que le corresponde vivir. Existen algunas características, que son comunes en la relación de una pareja saludable. La pareja es un todo complejo, cuya estructura está formada por sutiles pautas de interacción, además de mecanismos dinámicos, que regulan y aseguran su identidad a través del tiempo. Esta identidad, determina características particulares y únicas, en la convivencia diaria de los cónyuges. La salud o buen funcionamiento conyugal, es más bien un proceso en continua transformación, vivido por una determinada pareja en sus distintas etapas evolutivas.

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