miércoles, 10 de febrero de 2010

EL PRIMER ÁNGEL DE APOCALIPSIS 14:6,7 (2)



Hora. O “tiempo”, no una hora literal. “Hora de su juicio” se refiere al tiempo en sentido general, cuando se efectuará el juicio, y no necesariamente al momento exacto cuando comenzará el juicio. El mismo mensaje revela el tiempo en que este movimiento debe realizarse, pues anuncia el comienzo del juicio.

Juicio. El juicio que aquí se menciona fue el que comenzó en 1844, representado simbólicamente por la purificación del santuario terrenal. Puede deducirse que no se refiere al juicio ejecutivo cuando venga Cristo y todos recibirán su retribución, porque los mensajes de los tres ángeles (Apocalipsis 14: 6-12), preceden a la segunda venida de Cristo (versículo 14). Además, el mensaje concerniente al juicio es acompañado por una exhortación y una amonestación que revelan que el día de la salvación aún no ha pasado. Los hombres pueden aún buscar a Dios y escapar de la ira que vendrá.

La predicación de Guillermo Miller y sus colaboradores en el período desde 1831 hasta 1844, respecto a la terminación de los 2.300 días en 1844, puede considerarse históricamente como el comienzo de la predicación del mensaje del primer ángel. Pero ese mensaje ha tenido validez desde entonces, y continuará teniéndola hasta que caiga el telón que pondrá fin a la oportunidad de salvación para el hombre.

Daniel 8:14 “Hasta dos mil y trescientas tardes y mañanas; entonces el santuario será purificado”. Esta profecía es explicada por el ángel a Daniel en forma parcial, pero esclarece desde cuando comienza este período profético: “Sabe, pues, y entiende, que desde la salida de la orden para restaurar y edificar a Jerusalén hasta el Mesías Príncipe, habrá siete semanas, y sesenta y dos semanas; se volverá a edificar la plaza y el muro en tiempos angustiosos” (Daniel 9: 25). Como los 2.300 días son el único período de tiempo mencionado en el capítulo 8, éste debe ser el período del que fueron descontadas las 70 semanas; las 70 semanas deben, por consiguiente formar parte de los 2300 días, y ambos períodos deben comenzar juntos. El ángel declaró que las 70 semanas datan del momento en que salió el edicto para reedificar a Jerusalén. Este decreto se encuentra en Esdras 7: 12-26. Fue expedido en su forma más completa en el año 457 AC. Al final de los 2.300 años, en 1844, se inicia la purificación del santuario, o sea la hora del juicio investigador, y el triple mensaje de apocalipsis 14: 6-12 es proclamado a todo el mundo antes de la segunda venida de Cristo a esta tierra.

Si hay un juicio, entonces también hay una ley por la cual seremos juzgados. Sin ley no hay juicio. “Así hablad, y así haced, como los que habéis de ser juzgados por la ley de la libertad” (Santiago 2:12) El deseo de llevar una religión fácil, que no exija luchas ni desprendimiento, ni ruptura con las locuras del mundo, ha hecho popular la doctrina de la fe, y la fe sola, pero el apóstol Santiago declara “Hermanos míos ¿de qué aprovechará si alguno dice que tiene fe y no tiene obras? ¿Podrá la fe salvarle?” (Santiago 2: 14) “Mas quieres saber, hombre vano, que la fe sin obras es muerta?” (Santiago 2:20).

“Después que Juan fue encarcelado, Jesús vino a Galilea predicando el evangelio del reino de Dios, diciendo: El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos, y cree en el evangelio” (Marcos 1:14,15). Los que desean participar de los beneficios de la mediación del Salvador, no deberían consentir en que nada interviniera para impedirles cumplir con su deber de perfeccionarse en la santificación en el temor de Dios. Jesús ha abierto el camino que lleva al trono del Padre, y por su mediación pueden ser presentados ante Dios los deseos sinceros de todos los que vienen a él con fe. “El que encubre sus transgresiones, no prosperará; mas el que las confiesa y las abandona, alcanzará misericordia” (Proverbios 28:13). Si los que esconden y disculpan sus faltas pudiesen ver como Satanás se alegra de ello, se apresurarían a confesar sus pecados y a renunciar a ellos. De los defectos de carácter Satanás se vale para dominar toda la mente, y sabe muy bien que si se acarician estos defectos, lo logrará. De ahí que trate constantemente de engañar a los discípulos de Cristo con su fatal sofisma de que les es imposible vencer. Pero Jesús aboga en su favor con sus manos heridas, su cuerpo quebrantado, y declara a todos los que quieran seguirle: “Bástate mi gracia” (2 Corintios 12:9). Nadie considere, pues, sus defectos como incurables. Dios concederá fe y gracia para vencerlos.

El enemigo trabaja para ejercer influencia sobre nuestras actitudes. Intenta abrumarnos con sentimientos de culpa, preocupación, ira, depresión y otros sentimientos negativos. Con la ayuda de Dios debemos contrarrestarlos con actitudes y sentimientos positivos, como ser el amor, la alegría, la paz y la confianza en Dios. Estas actitudes son necesarias para la salud y la curación física y mental.

En la parábola del vestido de bodas el casamiento representa la unión de la humanidad con la divinidad; el vestido de bodas representa el carácter que todos deben poseer para ser tenidos por dignos convidados a las bodas. Únicamente el manto de la justicia de Cristo puede hacernos dignos de aparecer ante la presencia de Dios. Cristo coloca este manto, esta ropa de su propia justicia sobre cada alma arrepentida y creyente. Los que rechazan la justicia de Cristo están rechazando los atributos de carácter que harían de ellos hijos e hijas de Dios. Están rechazando lo único que podría capacitarlos para ocupar un lugar en la fiesta de bodas.

En el juicio se examinará el empleo que se haya hecho de cada talento. ¿Cómo hemos empleado el capital que el cielo nos concediera? ¿A su venida recibirá el Señor lo que es suyo con interés? ¿Hemos perfeccionado las facultades que nos fueran confiadas a nuestras manos, a nuestros corazones y a nuestros cerebros para la gloria de Dios y provecho del mundo? ¿Cómo hemos empleado nuestro tiempo, nuestra pluma, nuestra voz, nuestro dinero, nuestra influencia? ¿Qué hemos hecho con Cristo en la persona de los pobres, de los afligidos, de los huérfanos, o de las viudas? Dios nos ha hecho depositarios de su santa Palabra; ¿Qué hemos hecho con la luz y la verdad que nos han sido dadas, para hacer a los hombres sabios para la salvación? No se da ningún valor a una mera profesión de fe en Cristo; sólo el amor que se muestra en las obras se tiene por amor de buena ley. Con todo, el amor es lo único que ante los ojos del cielo da valor a un acto cualquiera. Todo lo que se hace por amor, por insignificante que parezca en opinión de los hombres, es aceptado y recompensado por Dios.


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