Adorar. “Rendir homenaje”. La adoración a Dios contrasta con la adoración de la bestia (capítulo 13: 8,12) y su imagen (versículo 15). En la crisis que pronto vendrá, los habitantes de la tierra tendrán que escoger, como lo hicieron los tres fieles hebreos de la antigüedad, entre el culto al verdadero Dios y el culto a los dioses falsos (Daniel 3). El mensaje del primer ángel tiene el propósito de preparar a los seres humanos para que hagan la debida elección y permanezcan firmes en el tiempo de crisis. Implica rendir obediencia; actitud de humildad, reverencia, honor, devoción y adoración que señalan adecuadamente las relaciones entre los seres creados y su Creador, particularmente en su presencia. La Biblia enseña que tal adoración es debida solo al único Dios verdadero. Un estricto monoteísmo ha de caracterizar el culto de quienes honran al verdadero Dios. Además, Dios es espíritu (Juan 4:23,24) por lo que se prohíbe al hombre adorarlo mediante representaciones materiales (Deuteronomio 4:12, 15-19).
La clase de adoradores que sigue el ejemplo de Caín abarca la mayor parte del mundo; pues casi todas las religiones falsas se basan en el mismo principio, a saber que el hombre puede depender de sus propios esfuerzos para salvarse. Afirman algunos que la humanidad no necesita redención, sino desarrollo, y que ella puede refinarse, elevarse y regenerarse por sí misma. La historia de Caín demuestra cual será el resultado de esta teoría. La verdadera fe y adoración se manifestará mediante la obediencia a todos los requerimientos de Dios. Desde los días de Adán hasta el presente, el motivo del gran conflicto ha sido la obediencia a la ley de Dios. En todo tiempo hubo individuos que pretendían el favor de Dios, aun cuando menospreciaban algunos de sus mandamientos. Pero las Escrituras declaran: “El que dice, yo le conozco, y no guarda sus mandamientos, el tal es mentiroso, y la verdad no está en él” (1 Juan 2:4).
“Por la fe Abel ofreció a Dios mayor sacrificio que Caín” (Hebreos 11:4). Abel comprendía los grandes principios de la redención. Veía que era pecador, y que el pecado y su pena de muerte se interponían entre su alma y la comunión con Dios. Trajo la víctima inmolada, la vida sacrificada, y así reconoció las demandas de la ley que había sido quebrantada. En la sangre derramada contempló el futuro sacrificio, a Cristo muriendo en la cruz del Calvario; y al confiar en la expiación que iba a realizarse allí, obtuvo testimonio de que era justo, y de que su ofrenda había sido aceptada.
Hizo el cielo y la tierra. El creador del universo es el verdadero y único objeto de adoración. Ningún hombre ni ningún ángel es digno de adoración. Esta prerrogativa sólo pertenece a Dios. El poder de crear es uno de los rasgos distintivos del verdadero Dios, en contraste con los dioses falsos. La exhortación a adorar a Dios como el Creador ha llegado a ser especialmente oportuno desde los años siguientes a la predicación inicial del mensaje del primer ángel, debido a la rápida propagación de la teoría de la evolución. Además, la exhortación a adorar a Dios como el Creador de todas las cosas, indica que debe prestarse la debida atención al monumento que recuerda las obras creadas por Dios: el sábado del Señor (Génesis 2: 1-3; Éxodo 20: 8-11). Si el sábado hubiese sido guardado como era el propósito de Dios, hubiera servido como una gran salvaguardia contra la incredulidad y la evolución. El sábado será un punto de especial controversia en la crisis final que se avecina (Apocalipsis 13: 16).
En el corazón mismo del decálogo se encuentra el cuarto mandamiento: “Acuérdate del día Sábado para santificarlo” (Éxodo: 20,8). El primer ángel exhorta a los hombre a que teman al Señor y le den honra y a que le adoren como Creador del cielo y de la tierra. Para poder hacerlo, deben obedecer su ley. El sabio dice: “Teme a Dios, y guarda sus mandamientos, porque esto es la suma del deber humano” (Eclesiastés 12:13). Sin obediencia a sus mandamientos ninguna adoración puede agradar a Dios.
En el capítulo 14 de Apocalipsis se exhorta a los hombres a que adoren al Creador, y la profecía expone a la vista una clase de personas que, como resultado del triple mensaje, guardan los mandamientos de Dios. Uno de estos mandamientos señala directamente a Dios como Creador. El cuarto precepto declara: “El séptimo día será sábado a Jehová tu Dios… porque en seis días hizo Jehová los cielos y la tierra, el mar y todas las cosas que en ellos hay; y en el día séptimo reposó; por tanto Jehová bendijo el día del sábado, y lo santificó” (Éxodo 20:10,11). Respecto al sábado, el Señor dice además, que será una “señal entre mí y ellos, para que supiesen que yo soy Jehová que los santifico” (Ezequiel 20:12). “Aquí está la paciencia de los santos, los que guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús” (Apocalipsis 14: 12).
La importancia del sábado, como institución conmemorativa de la creación, consiste en que recuerda siempre la verdadera razón por la cual se debe adorar a Dios; porque él es el Creador, y nosotros somos sus criaturas. El sábado está, por consiguiente, a la base misma del culto divino, pues enseña esta gran verdad del modo más contundente como no lo hace ninguna otra institución.
La observancia del sábado es señal de lealtad al verdadero Dios, el que hizo el cielo y la tierra, el Dios Creador. Resulta, pues, que el mensaje que manda a los hombres adorar a Dios y guardar sus mandamientos, ha de insistir especialmente en la observancia del cuarto mandamiento.
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