sábado, 10 de febrero de 2007

TODO COMIENZA POR LA MENTE


Hipertensión arterial, coronariopatías, diabetes, cáncer, obesidad son algunas de las enfermedades que hoy se denominan “patologías del estilo de vida”. Mucho se habla y se escribe sobre ellas. Tenemos recomendaciones a diario en la radio y TV de cómo prevenirlas. Hasta los niños quizá son capaces de hablar acerca de éstas, pero paradójicamente, no solamente son las principales causas de muerte, sino que también sigue creciendo su incidencia en nuestras comunidades y, lo que creo es lo más significativo, dejan los últimos años de muchas personas y sus familias sumidos en el dolor, la incapacidad y a veces la miseria.


El deporte, la dieta saludable, el agua, la respiración profunda de aire no contaminado, la temperancia, el descanso, la recreación, la actitud mental llena de fe y esperanza, son algunos de los factores que hacen a una vida llena de salud. Tengo la certeza de que la mayoría de los lectores de este artículo conocen muy bien la influencia de los mismos para evitar la enfermedad y encontrar la muerte con plenitud dentro del proceso lógico de envejecimiento. Las preguntas claves son: si sabemos que las enfermedades degenerativas se deben a un estilo de vida incorrecto, ¿por qué vivimos incorrectamente? Si conocemos los factores que traerán salud y plenitud a nuestras vidas, ¿por qué no los incorporamos a nuestra existencia? Atiendo a diario muchos pacientes que saben muy bien lo que deben hacer en este aspecto y no lo hacen, y deben acarrear amargas consecuencias. ¿Qué es lo que les impide llevar a la acción lo que su mente está convencida que se debe hacer?


Creo que el estilo de vida de cada uno, lleva la impronta de lo que pensamos de nosotros mismos, de lo que somos y también de nuestros objetivos existenciales. Al fin de cuenta, eso es lo que significa la palabra estilo: es el carácter, la manera de comportarse, la forma de hacer algo por parte de una persona, de una civilización, de una época, etc. Por lo general, un “estilo de vida incorrecto”, es justificado y perpetuado en el tiempo con la frase: “no puedo, el medio, las circunstancias, el trabajo, el frío, el calor, etc. Me impiden tener un estilo saludable”. De esta manera, el problema está fuera de la persona. Lo único que ella hace, es reaccionar frente a los estímulos y se desliga de la responsabilidad que se tiene frente a la vida, de decidir respecto a los mismos. Estas excusas tienen como resultado un proceso penoso de muerte acelerada, donde la gratificación inmediata traerá como consecuencia amargura a largo plazo.


Un estilo de vida correcto, no es la sumatoria de actividades correctas, sino el producto de una reflexión existencial, de un cambio en la mente, de una diaria afirmación de mi origen, del sentido de mi existencia y mi destino. Siempre les digo a mis pacientes, que la vida se la vive plenamente cuando hay un objetivo trascendente para la misma, donde reconozco el mismo origen divino de la vida y me comprometo con los principios que la rigen. Querido lector, el estilo de vida correcto comienza en la mente, comienza con un replanteo existencial y el asumir la responsabilidad de mi propia vida, comienza con la capacidad de responder a los estímulos y no meramente reaccionar frente a ellos, comienza con el conocimiento de los principios que gobiernan la vida, que harán que las actividades que añaden calidad a la vida, se puedan sostener en el tiempo. Desgraciadamente, si persisto en culpar al medio por mi falta de responsabilidad, si no me replanteo en forma trascendente mi existencia, si no dedico a diario tiempo a reafirmar en mi mente los principios de la vida, en vez de tener como resultado un “estilo de vida correcto”, tendré como resultado un “estilo de muerte incorrecto”.
(Dr. Henry Barrios).

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