miércoles, 6 de agosto de 2014

CAPÍTULO 5: ¿HAY QUE OBEDECER LA LEY DE DIOS PARA SALVARSE?


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CAPÍTULO 5: ¿HAY QUE OBEDECER LA LEY DE DIOS PARA SALVARSE?

      El enemigo de Jesús quiere confundir a las personas y las quiere llevar a los extremos. No quiere a nadie en el punto de equilibrio. Hay quienes llegan a un extremo y piensan así: “Tengo que guardar la ley de Dios para salvarme”. Esas personas sinceras, piensan que la salvación es un premio que Dios les da, porque guardaron fielmente los mandamientos de Dios. Otras personas se van al otro extremo y piensan así: “Yo me salvo únicamente por la gracia de Jesús. No necesito guardar más los mandamientos de Dios”.

      “La ley de Jehová es perfecta, que convierte el alma; el testimonio de Jehová es fiel, que hace sabio al sencillo. Los mandamientos de Jehová son rectos, que alegran el corazón; el precepto de Jehová es puro, que alumbra los ojos” Salmo 19:7,8).

      La ley de Jehová es perfecta. Una cosa perfecta es algo que no admite cambio, que no admite mejora, que no admite corrección. La ley de Jehová es perfecta.

     “Las obras de sus manos son verdad y juicio; fieles son todos sus mandamientos, afirmados eternamente y para siempre, hechos en verdad y en rectitud” (Salmos 111:7,8). La Biblia afirma que la ley de Dios es eterna, y muestran la verdad y la rectitud.

    “Toda buena dádiva  y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación” (Santiago 1:17). La Biblia dice que Dios no cambia.

    “Sécase la hierba, marchítase la flor; mas la palabra del Dios nuestro permanece para siempre” (Isaías 40:8). La palabra de Dios no pasa ni muere.

        Debemos comprender que cuando la Biblia habla de “leyes”, existen varios tipos de leyes:
     1.   La Ley Moral de Dios: Contenida en los diez mandamientos; registrados en Éxodo 20.
     2.   Las Leyes Civiles de Israel: Leyes del pueblo como nación.
     3.   Las Leyes de la Salud: Ordenanzas de higiene y salud para el pueblo.
     4.   Las Leyes Ceremoniales: Ritos y ceremonias religiosas para Israel.
 “Ya que por la obras de la ley ningún ser humano será justificado delante de él; porque por medio de la ley es el conocimiento del pecado” (Romanos 3:20). El propósito de la ley no es salvar a alguien. Nadie puede salvarse guardando los mandamientos. La ley tiene una función didáctica. Es solo para mostrarnos nuestra realidad espiritual; para enseñarnos en qué lugar estamos. Para enseñarnos cómo está nuestra vida. La ley es para mostrarnos el pecado.

        “Pero sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos. Porque si alguno es oidor de la palabra pero no hacedor de ella, éste es semejante al hombre que considera en un espejo su rostro natural. Porque él se considera a sí mismo, y se va, y luego olvida cómo era. Mas el que mira atentamente en la perfecta ley, la ley de la libertad, y persevera en ella, no siendo oidor olvidadizo, sino hacedor de la obra, éste será  bienaventurado en lo que hace” (Santiago 1: 22-25).

        La Biblia afirma que la ley podría ser simbolizada con un espejo, que nos muestra nuestra condición. El espejo no puede limpiarnos, pero puede mostrarnos nuestra necesidad de limpieza. El pecado podría ser simbolizado con el barro, que mancha la vida del hombre, y la sangre de cristo se simbolizaría con el agua, que nos limpia de todo pecado. En la vida espiritual, yo nunca podría saber si estoy en lo correcto o estoy equivocado, si no existiera la Santa Ley de Dios. La ley me muestra mi pecado y me hace sentir la necesidad de la sangre redentora de Cristo. Pero una vez limpios por la sangre de Cristo, entonces ¿cómo yo podré saber si el barro del pecado ha vuelto a salpicarme, si yo ya no tengo el espejo de la ley para examinarme a mí mismo? Por eso, es prudente que, a pesar de que la salvación depende únicamente de la gracia de Cristo, el ser humano mantenga presente la Ley de Dios, no para salvarlo, no para limpiarlo, sino para darse cuenta de su pecado.

        ¿Quién nos da el punto de equilibrio para comprender la función de la ley? Solamente Cristo. La Ley de Dios sigue vigente para el cristiano. Yo no puedo decir que estoy agradecido de Dios, si desprecio su ley. “El que dice: Yo le conozco, y no guarda sus mandamientos, el tal es mentiroso, y la verdad no está en él” (1 Juan 2:4). “Si me amáis, guardad mis mandamientos” (S. Juan 14:15). “Porque cualquiera que guardare toda la ley, pero ofendiere en un punto, se hace culpable de todos. Porque el que dijo: No cometerás adulterio, también ha dicho: No matarás. Ahora bien, si no cometes adulterio, pero matas, ya te has hecho transgresor de la ley. Así hablad, y así haced, como los que habéis de ser juzgados por la ley de la Libertad” (Santiago 2:10-12).

        Todos los mandamientos son sagrados y están vigentes. No podemos guardar nueve mandamientos y dejar uno de lado, porque Dios es el mismo autor de cada uno de los diez mandamientos. La ley cumple varias funciones importantes. La ley no puede salvarnos, pero puede mostrarnos nuestra necesidad de salvación. La ley no puede transformarnos, pero puede indicarnos nuestra necesidad de transformación. La ley puede diagnosticar, pero no puede tratar ni curar la enfermedad del pecado. La ley es como un termómetro, que nos toma la temperatura, si estamos fríos, tibios o calientes espiritualmente. Así sabemos si andamos en la carne o en el espíritu.

 “¡Quién diera que tuviesen tal corazón, que me temiesen y guardasen todos los días todos mis mandamientos, para que a ellos y a sus hijos les fuese bien para siempre!” (Deuteronomio 5:29). Mediante la aceptación de la justicia de Cristo y a través de una relación continua con él, Dios nos ha concedido lo que le faltaba a Israel, la ley de Dios escrita en nuestros corazones. Jesús nos puede dar  lo que la ley no puede darnos; poder para obedecer, perdón por el pecado y gracia para cada una de nuestras necesidades. Para entender la función de la ley, tienes que haber ido a Cristo y haber abierto tu corazón a él; tienes que haberle dicho: “¡Señor, yo te amo, porque tú me salvaste, porque tú me perdonaste! ¡Quiero andar en tus caminos! ¡Enséñame el camino donde debo andar! Si Cristo te salvó y amas a Jesús, entonces te deleitarás en hacer la voluntad de Jesús, la cual está registrada en su Santa Ley. Tú no guardas la ley para salvarte, porque Cristo te salvó. Tú guardas la ley porque amas a Jesús.
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