LECCIÓN 13: ¿CUÁLES
SON LAS NORMAS DE UNA VIDA CRISTIANA DE FE?
“Entonces unos griegos, que habían
venido a adorar en la fiesta, se acercaron a Felipe, que era de Betsaida de
Galilea, y le rogaron: ‘Señor, quisiéramos ver a Jesús’. Felipe se lo dijo a
Andrés. Entonces Andrés y Felipe se lo dijeron a Jesús. Y Jesús respondió:
‘Ha llegado la hora en que el Hijo del hombre ha de ser glorificado’” (Juan
12: 20-23). Los
griegos endiosaban la razón; en su vida no había mucho lugar para la fe.
Ellos querían tocarlo todo para poder creer. Ellos eran incapaces de confiar
en las cosas espirituales. Por esa causa, ellos le daban a sus dioses formas
humanas. Para ellos, poder creer en Dios, tenían que tocar a su dios, sino no
podían creer, sólo que al Dios verdadero, creador del cielo y de la tierra,
tú no lo puedes tocar. Aquí vemos una actitud propia del ser humano, el cual
parece poder creer en todo, menos en Dios. A Dios hay que tocarlo, medirlo,
observarlo, pero en cualquier otra cosa, sí podemos creer.
Creemos que los alimentos de las industrias
alimenticias que compramos, están en buenas condiciones para su consumo y no
nos harán daño, sin conocer al fabricante ni los procesos de fabricación;
hacemos largos viajes confiadamente, sin conocer al piloto de avión o al
chofer que conduce el autobús, montamos un negocio, creyendo que será todo un
éxito, y que la clientela aceptará nuestros productos o servicios, y esto lo
hacemos solamente por fe. Voy al médico y confío en que me intervendrá en una
operación con éxito. Hasta para subirme a un ascensor yo estoy confiando en los
encargados de su fabricación, mantenimiento y en los fiscalizadores. O sea,
yo confío en gente que nunca vi. Pero en Dios no puedo confiar. Ahí quiero
tocar, quiero probar y quiero ver.
Hay mucha
gente que cree que ser ateo es sinónimo de estatus. Ellos dicen: “Yo soy
culto porque soy ateo”. “Un universitario tiene que ser ateo”. Pero cuando la
tierra tiembla debajo de tus pies en un terremoto, ¿a dónde vas? Allí los
ateos tiemblan y claman a Dios por auxilio. Ya lo dice el dicho respecto al
temor a la muerte en una guerra: “En las trincheras no hay ateos”. Cuando las cosas van bien, la familia está
bien, la salud está bien y hay dinero en el banco, es fácil ser ateo, mas
cuando un día estas herido, enfermo, cuando perdiste un hijo, cuando todo se
queda oscuro, ¿dónde vas? ¿qué haces? Yo te felicito si todo está bien en tu
vida y a pesar de eso tú crees en Dios. Tampoco es fácil confiar en Dios si
todas las cosas van bien, porque la tendencia es confiar en las cosas y vivir
para las cosas, confiando en el dinero, el poder o la posición que tenemos.
Pero la Biblia dice que estos griegos vinieron a Jerusalén y querían ver a
Jesús, porque llega un momento en que la razón no satisface. A veces en la
vida tenemos que herirnos y golpearnos, para entender que el ser humano salió
de las manos de Dios, y nunca será feliz si no vuelve a las manos de Dios.
Claro que nuestro corazón es como un potrillo salvaje, que mira las praderas
de la libertad sin cerca y queremos correr sin freno por el mundo, y lo
primero que hacemos, es sacar a Dios de nuestra vida y decir: “Dios no
existe”. Tú puedes decir lo que quieras, pero ¿qué pasa cuando llega la noche
y te das cuenta que tu discurso no tiene sentido? ¿Por qué dejar que el orgullo humano,
quiera apagar el grito del corazón desesperado?
Muchos corren detrás del dinero, la fama o el poder, pero esto no les
da la paz ni llena el vacío de su corazón. No tengas miedo de estas cosas,
pero no pienses que esto es lo más importante, ni que te va a llenar el vacío
de tu corazón. Los griegos querían ver a Jesús. ¿Y tú? ¿Quieres ver a Jesús?
Los hombres glorifican, honran u homenajean a otros hombres, subiéndolos a un
pódium, poniéndoles una medalla, dándoles trofeos y premios en dinero y
aplaudiéndolos. Pero Jesús dijo que había llegado la hora en que el Hijo del
hombre iba a ser glorificado. ¿Y cómo fue glorificado Jesús? Subiendo a un
monte, arrastrando una cruz, escupido, abofeteado, azotado, herido y
crucificado. Dios nos está diciendo con esto, que si tú quieres seguirlo, el
camino no es fácil. Tus mejores amigos
te van a traicionar. Todos esos amigos que llenaban tu casa cuando hacías
anticuchos y mucha cerveza; esos, nunca más van a querer saber de ti. Tú no
te preocupes; de repente nunca fueron tus amigos. Seguramente solamente
fueron amigos del anticucho y la cerveza, pero nunca tus amigos. Seguir a
Jesús no es fácil, pero no tengas miedo de seguir a Jesús. Hay mucha gente
que sacrificó todo por seguir a Jesús.
“Así,
si coméis, o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios”
(1 Corintios 10: 31).
La conducta humana tiene importancia para Dios, quien nos creó y nos ligó a
sí mismo con amor. Tiene importancia para la creación que nos rodea, porque
el dominio sobre toda la Tierra aún está en las manos humanas. Tiene importancia
para la comunidad humana, porque nuestras vidas son interdependientes y están
entrelazadas íntimamente. Y finalmente, la conducta humana tiene importancia
para cada individuo, porque cada acción, decisión y palabra, es una semilla
que da fruto en el carácter y produce consecuencias.
Algunas de las normas de vida cristianas son:
1. Temperancia: “No matarás” (Éxodo 20:13). Esto dice relación con la abstinencia de
lo perjudicial y moderación en usar lo que es bueno. Esta norma cristiana,
tiene como propósito preservar la salud humana.
2. Modestia: “También que las mujeres se atavíen con ropa decorosa, con pudor y
modestia. No con peinado ostentoso, ni oro, ni perlas, ni vestidos costosos,
sino con buenas obras, como corresponde a mujeres que profesan piedad” (1
Timoteo 2: 9,10). Se recomienda la modestia. Prescindir de adornos
exteriores superfluos. No hacerse incisiones ni tatuajes (Levítico 19:28). La
verdadera hermosura emana de una vida consagrada a Dios.
3. Integridad: “Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honorable,
todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre;
si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en eso pensad” (Filipenses
4:8). El cristiano es íntegro, es honrado en sus transacciones
comerciales, sus pensamientos son
elevados, tiene cuidado con las palabras que pronuncia, siempre veraces y
puras, evita los frutos de la carne y procura los del espíritu. No asiste a
espectáculos inconvenientes que no pasan la prueba de Filipenses 4.8, porque
procura alimento para la nueva naturaleza de Cristo, y no para la naturaleza
humana de pecado.
4. Compromiso familiar: El matrimonio es
una unión para toda la vida entre un hombre y una mujer, y debería celebrarse
entre personas que participan de la misma fe. Con respecto al divorcio, solo
es permitido por causa de infidelidad. Los padres deben enseñar a sus hijos a
amar y a obedecer a Dios. La voluntad
de Dios para el matrimonio es el amor, la ayuda mutua, y el compromiso ante
Dios y la ley, pues la pareja debe
estar legalmente casada.
Somos un pueblo escogido; estamos en el mundo, pero no somos del
mundo. Nuestra ciudadanía está en los cielos, y por lo tanto, somos
embajadores de Cristo. La iglesia debe ser santa y sin mancha. Debe ser un
ejemplo para el mundo. Hay que abstenerse de lo perjudicial, e incluso de
toda apariencia de mal. La vida cristiana es una lucha constante. El secreto
del triunfo consiste en seguir las pisadas de Jesús: “Para eso fuisteis llamados, porque también Cristo padeció por
vosotros, dejándoos ejemplo para que sigáis sus pisadas” (1 Pedro 2:21).
Requiere espíritu de sacrificio y la renuncia a costumbres indebidas. Se
necesita una reforma de los hábitos, pues los hábitos forman el carácter.
La
vida cristiana no es fácil, pero es una vida feliz, porque se te acabaron las
noches de pesadilla y de insomnio. Se acabaron tus horas de soledad. Se
acabaron tus sentimientos de culpa. Comienzas a sentir paz. Ábrele tu corazón
a Jesús y dale tus sueños. Haz tu decisión por él.
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