miércoles, 6 de agosto de 2014

LECCIÓN 3: ¿PODEMOS SER SANTOS EN ESTA VIDA?


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LECCIÓN 3: ¿PODEMOS SER SANTOS EN ESTA VIDA?

         Después que me he entregado a Cristo, ¿por qué experimento luchas interiores? “¡Miserable de mí! ¿quién me librará de este cuerpo de muerte?”(Romanos 7:24). Necesitamos comprender, lo que sucede con el cristiano cuando entrega su vida a Dios. Enoc era bueno porque caminó con Dios: “Caminó, pues, Enoc con Dios, y desapareció, porque le llevó Dios” (Génesis 5:24). Noé fue un hombre justo, porque caminó con Dios: “Estas son las generaciones de Noé: Noé, varón justo, era perfecto en sus generaciones; con Dios caminó Noé” (Génesis 6:9). Abram fue un hombre perfecto, porque caminó con Dios: “Era Abram de edad de noventa y nueve años, cuando le apareció Jehová y le dijo: Yo soy el Dios Todopoderoso; anda delante de mí y sé perfecto” (Génesis 17:1).

        Dios dice que David era un hombre conforme a su corazón. ¿Tú quisieras ser una persona conforme al corazón de Dios? ¡Qué lindo sería si Dios dijese eso de nosotros! ¿Por qué Dios dijo eso de David? ¿Sabes lo que había en la mente de David permanentemente? ¿Sabes cuál era su deseo mayor? “Andaré delante de Jehová en la tierra de los vivientes” (Salmos 116:9). Esa era la obsesión en la vida de David. Andar con Dios. Estos hombres mencionados, fueron considerados por Dios, justos, perfectos, íntegros y santos, porque anduvieron con Dios. Pero Noé, una vez se quedó dormido ebrio en medio de la calle. Abram, en cierta ocasión, actuó en forma engañosa y mintió por temor, y casi hace cometer adulterio a una alta autoridad de su época por esa mentira. David cometió adulterio y preparó un complot, para que muriera el marido de la mujer con la que él pecó y así ocultar su pecado. Como resultado, aquel hombre murió.

         En el momento en que todos estos hombres pecaron, no eran los hombres íntegros, perfectos, justos, santos y conforme al corazón de Dios. Lo que Dios nos está diciendo aquí, es que estos hombres eran personas con pasiones semejantes a las nuestras, y si ellos, con la ayuda de Dios, pudieron vencer, también nosotros podemos hacerlo. No importa lo que haya habido en nuestro pasado, como hubo un triste pasado en la vida de todos estos hombres. No importa lo que hayas hecho. Podemos ser considerados justos, íntegros, perfectos y santos para Dios, desde el momento en que decidimos caminar con Dios de su mano. Para Dios, es santo el que decidió caminar con Dios. Nacemos para Dios, en el momento en que nos encontramos con Jesús y vamos a Dios. 

      Cuando uno decide caminar con Dios, descubre que hay cosas que a mí me gustan, pero que a Dios no le gustan; y hay cosas que a Dios le gustan, pero que a mí no me gustan. En el momento de la conversión, Dios mata la naturaleza pecaminosa, pero su cadáver se queda dentro de nosotros. En ese momento, pasamos a ser personas con dos naturalezas. Una naturaleza muerta, carnal, y una naturaleza viva, espiritual; la naturaleza divina. Esta naturaleza de Cristo debería dominar, pero sucede que la muerte de esa vieja naturaleza es condicional, pues si nosotros comenzamos a alimentarla, revive y puede llegar a controlar nuevamente la vida. Las naturalezas se alimentan a través de los cinco sentidos, especialmente por lo que vemos y oímos. Por eso el consejo es: “Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad” (Filipenses 4:8).      

       La naturaleza de Cristo se alimenta estudiando la Palabra de Dios, la Biblia, orando, que es conversar con Dios como un amigo, y testificando, que es contar a otros lo que Jesús ha hecho en tú vida. Esto es caminar con Dios. Un cristiano que no pasa tiempo en estos tres aspectos, fracasará en la vida cristiana.

          Cuando tú no eras convertido, tenías solo la naturaleza pecaminosa, pero al convertirte, Dios puso en ti la naturaleza de Cristo, y por eso antes no sentías lucha interior, pero ahora, la lucha interior es entre estas dos naturalezas antagónicas que tratan de prevalecer para controlar tú vida. ¿Cuál va a vencer? Depende de cuál de estas dos naturaleza hemos alimentado más y mejor. Debemos aprender a convivir con estas dos naturalezas y filtrar lo que observamos, para matar de hambre la vieja naturaleza carnal y alimentar la nueva naturaleza espiritual. ¿Hasta cuándo vamos a sufrir esta lucha? Hasta cuando Jesús regrese. Allí sí Dios arrancará esa vieja naturaleza dentro de nosotros y la echará fuera. Nunca más se levantará el pecado. “Porque es necesario que esto corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad” (1 Corintios 15:53).

        Después que decidiste ser cristiano, la vida no es un mar de rosas. Muchas veces habrá errores, muchas veces caerás, muchas veces llorarás a los pies de Jesús arrepentido, pero tendrás que extenderle la mano y decirle: “Señor, estoy aquí”. Y él te llevará de triunfo en triunfo y de victoria en victoria. Porque si tú y yo somos como niños y tenemos miedo de andar en este mundo tenebroso, tendremos que extenderle nuestra mano de niño y agarrarnos del brazo poderoso de nuestro Padre y caminar victoriosamente. Nuestra victoria no dependerá de nuestra fuerza, porque como niños no tenemos ninguna fuerza, nuestra victoria dependerá de la fuerza del Padre. Ese Padre te ama y él quiere hacerte una persona victoriosa y feliz.


        
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