jueves, 14 de septiembre de 2017

VIVIR POR EL ESPÍRITU




Resumen de la lección de Escuela Sabática para repasar el sábado 16 de Septiembre. Texto base: Gálatas capítulo 5:16-26 

16 Digo, pues: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne.
17 Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y éstos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisierais.
18 Pero si sois guiados por el Espíritu, no estáis bajo la ley.
19 Y manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia,
20 idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías,

21 envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas; acerca de las cuales os amonesto, como ya os lo he dicho antes, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios.
22 Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe,
23 mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley.
24 Pero los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos.

25 Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu.
26 No nos hagamos vanagloriosos, irritándonos unos a otros, envidiándonos unos a otros.

Como creyentes, poseemos dos naturalezas, la carne y el espíritu, y están en conflicto. Aunque nuestra naturaleza pecaminosa siempre estará “predispuesta” a alejarnos de Dios, si estamos dispuestos a entregarnos a su Espíritu, no necesitamos seguir esclavizados a los deseos de la carne.

La obediencia genuina que Dios desea nunca puede alcanzarse por compulsión externa sino solamente por una motivación interna producida por el Espíritu.

Debido a que poseemos dos naturalezas, estamos literalmente de ambos lados de la batalla al mismo tiempo. Nuestra parte espiritual desea lo que es espiritual y detesta la carne. Nuestra parte carnal, sin embargo, anhela las cosas de la carne y se opone a lo que es espiritual. Debido a que la mente convertida es demasiado débil para resistir la carne por cuenta propia, la única esperanza que tenemos para subyugar la carne es tomar una decisión diaria de ponernos del lado del Espíritu contra nuestro lado pecaminoso. Por eso Pablo insiste tanto en que escojamos andar en el Espíritu.
Los Diez Mandamientos no son una alternativa al amor; nos ayudan a guiarnos en cuanto a cómo debemos demostrar amor, tanto a Dios como a la humanidad.

Por mucho que trascienda la letra de la Ley, el amor no está reñido con la Ley. La idea de que el amor a Dios y el amor al prójimo anulan los Diez Mandamientos tiene tanto sentido como decir que el amor por la naturaleza anula la ley de la gravedad.

El hecho de que Pablo coloque al amor en primer lugar en la lista de 9 virtudes no es accidental. El amor no debe considerarse meramente como una virtud más entre muchas, sino como la virtud cristiana cardinal, que es la clave de todas las demás virtudes. El amor es el fruto preeminente del Espíritu, y debería definir la vida y las actitudes de todo cristiano, por más difícil que a veces resulte mostrar amor.

Aunque siempre se librará un conflicto interior entre la carne y el Espíritu en el corazón de cada creyente, la vida cristiana no necesita estar dominada por el fracaso y el pecado. Para ser victoriosos debemos andar en el Espíritu, lo cual es una decisión que debemos tomar a diario. También debemos permitir que el Espíritu nos guíe a donde deberíamos ir. No nos toca a nosotros guiar, sino seguir.  El Espíritu no solamente nos da vida, sino también dirige nuestra vida a diario. Si hemos de seguir al Espíritu, debemos tomar una firma decisión de darles muerte a los deseos de la carne. Por supuesto, Pablo está hablando en sentido figurado. Crucificamos la carne al alimentar nuestra vida espiritual y hacer morir de hambre los deseos de la carne.

¿Qué cambios y decisiones debes tomar para obtener las victorias que se te prometen en Cristo, victorias que hasta ahora no estás pudiendo lograr?

“La influencia del Espíritu Santo es la vida de Cristo en el alma. No vemos a Cristo ni le hablamos, pero su Espíritu Santo está tan cerca de nosotros en un lugar como en otro. Obra en cada uno que recibe a Cristo y mediante él. Los que conocen la morada interior del Espíritu revelan los frutos del Espíritu: amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe”.

Las tendencias pecaminosas y los defectos habituales deben estar rendidos sin reservas al control divino. La integridad interna de la vida del cristiano también debe estar intacta. Las fisuras pequeñas como un lenguaje cuestionable, la falta de disciplina física (por ejemplo: la glotonería, la borrachera, la holgazanería), el mal humor, la avaricia, el temperamento no controlado y muchísimas características similares eliminarán la eficiencia del cristiano. En resumidas cuentas, las condiciones principales para la efectividad espiritual son la integridad moral y la energía espiritual. Siempre que una de las dos esté ausente, la luz espiritual fallará. Algunos miembros de iglesia ejemplifican estándares elevados de ciudadanía y de aparente integridad, pero no dan luz espiritual porque no existe una conexión con Dios. Otros miembros enfatizan encuentros sobrenaturales con Dios, pero carecen de integridad moral. Nuevamente, no se produce luz. Sin embargo, siempre que el poder del Espíritu Santo interactúe con una vida integrada moralmente, el paisaje alrededor se ilumina. Además de Dios mismo, la mayor necesidad del mundo es la de hombres moralmente íntegros, llenos del Espíritu Santo.

El cristianismo auténtico reconoce que las reglas no tienen poder para transformar el corazón humano rebelde. Solo un reconocimiento inteligente del amor de Dios y su expresión suprema en el Calvario pueden redireccionar efectivamente de un antropocentrismo a un cristocentrismo. No obstante, los seres humanos son impotentes contra el egoísmo innato. La educación, el desarrollo cultural y una crianza moral pueden frenar, pero nunca curar, un espíritu rebelde. Por eso, el antídoto divino es la infusión del Espíritu Santo en aquellos que sinceramente desean una transformación espiritual. Solo la cohabitación del Espíritu Santo en el hombre basta para superar la pecaminosidad innata. Sin embargo, Pablo reconoció que el egoísmo no es algo que se rinda fácilmente. Aunque la batalla no puede resolverse concentrándose en la conducta, el conflicto puede solucionarse mediante la entrega del corazón a Dios, sin reservas. Una vez que nos rendimos completamente, Dios puede cambiar, por medio de un control interno, lo que los controles externos no podrían lograr nunca.  No hay sustituto para la presencia del Espíritu; ni la filantropía, ni ser un ciudadano modelo, ni el servicio comunitario ni la automortificación. La justicia humana es simplemente como “trapos de inmundicia” (Isa. 64:6,

RESUMEN: Aunque en la vida de todo creyente existe un conflicto entre los deseos de la carne y los deseos del Espíritu, la vida cristiana no necesita estar condenada al fracaso. Dado que Cristo ha conquistado el poder del pecado y la muerte, la vida cristiana puede ser una vida en la que reine el Espíritu, trayendo una dosis diaria de la gracia de Dios que nos habilita para mantener a raya los deseos de la carne. Solo la permanencia diaria del Espíritu Santo en nuestra vida nos permite vivir una vida que honre a Dios.

No hay comentarios:

Publicar un comentario